Opinión

Ofrecer y cumplir

El hábito político de mentir era censurable en la Antigua Roma en la que era candidato el que usaba una túnica blanca, símbolo de integridad

OFRECER Y cumplir son conceptos que suelen darse en la relación de medio a fin, en el sentido de que todo ofrecimiento encierra el compromiso de cumplir lo prometido; aunque dicho compromiso nunca se cumpla. Esto último ocurre cuando el autor que, voluntariamente, se comprometió a cumplir, incumple su palabra. Lo anterior no tiene nada que ver con el consentimiento o concurso de la oferta y de la aceptación que constituye la base de los contratos y que da lugar a su exigencia jurídica obligatoria e, incluso, coactiva. Por eso, cuando los políticos incumplen sus promesas electorales, "cosa nada infrecuente", se dice que rompen el pacto con sus electores y que éstos pueden castigarlos en las urnas, no dándoles el voto.

Pero es que, además, así como nadie puede dar lo que no tiene, el que ofrece sí da lo que no tiene pero confía en conseguirlo para poder cumplir lo prometido. Se trata de un compromiso de cumplimiento futuro. Esto nos confirma que el ofrecimiento es gratuito y el cumplimiento oneroso.

Ofrecer es una exigencia consigo mismo y un compromiso para con los demás. A los autoexigentes, es a los que más valora Ortega y Gasset, que distingue dos clases de personas "las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes y las que no se exigen nada especial, sino que, para ellas, vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas".

Ofrecer algo, a sabiendas de que no se puede o no se va a cumplir, es un engaño manifiesto y malicioso. Cumplir lo prometido es digno de imitación y ejemplo de coherencia política.

Si se extiende la idea de que las promesas en política se ofrecen para no cumplirlas, la decepción y el rechazo de la población a la clase política están sobradamente justificados.

Lo anterior, explica y confirma la advertencia de Bernard M. Baruch que dice, "vota a aquel que promete menos, será el que menos te decepcione". Y es que no cabe duda que "es más fácil ofrecer derechos que cumplir obligaciones"; por eso, existe una máxima jurídica interpretativa, según la cual, "el que se obliga, se obliga a lo menos posible".

Las anteriores ideas las resume y expresa muy bien la sabiduría popular cuando afirma que «una cosa es predicar y otra dar trigo» y que pedirle al político que no mienta es como "pedirle peras al olmo".

El hábito político de mentir era censurable en la República de la Antigua Roma en la que, precisamente, era candidato el político que usaba una túnica blanca, es decir, cándida, como símbolo de integridad y pureza. Como colofón, debe afirmarse que, al que se limita a prometer se le puede criticar diciendo que "obras son amores y no buenas razones".
 

Comentarios