Opinión

Tener razón no es tener la razón

Como decía Karl Popper, "yo puedo estar equivocado y tú puedes tener razón y, con esfuerzo, podemos acercarnos los dos a la verdad". Defender nuestra razón, como única interpretación de la verdad, es caer en la intolerancia o considerar infalible la racionalidad humana. Es ignorar que "de la discusión nace la luz" y que "sin diálogo no hay acuerdo posible". No porque seamos racionales tenemos siempre la razón.

Si nos empeñamos en adueñarnos de la razón, como si se tratase de un monopolio personal, perdemos el sentido de la autocrítica y negamos a los demás el mismo derecho a exponer y defender sus razones; pues, aunque la verdad sea única, nadie la tiene para siempre y en exclusiva. De ahí nace la necesidad del debate y el diálogo, para la búsqueda de la verdad a través del razonamiento y la persuasión y no para imponer nuestro razonamiento, como única fuente de la verdad.

Como dijo Martin Luther King, "tu verdad aumentará en la medida que sepas escuchar la verdad de los otros". También Rosa Luxemburgo sostenía que "la libertad es siempre libertad para el que piensa de manera diferente". No basta con tener razón para que te la den. Hay que elegir el momento, el argumento y el tono para exponer la más meridiana de las verdades.

Incluso, para todos los que piensan y quieren lo mismo, es necesario el acuerdo para llevar a cabo la acción y poner en práctica lo acordado y decidido. Ahora bien, el acuerdo solo es necesario para resolver discrepancias, diferencias o conflictos; pero no cuando los interlocutores coinciden en sus planteamientos, conclusiones y decisiones, en cuyo caso, el conflicto no existe y el diálogo es innecesario.

Es cierto que es más prudente escuchar que hablar, pues, como dice Confucio, el silencio es "un verdadero amigo que nunca te traiciona"; pero sin expresar nuestro pensamiento no podremos saber si sirve o no para entendernos o enfrentarnos a los demás. Si hablando se entiende la gente, es prudente no decir nada cuando no se sabe o no se tiene nada que decir; ya Platón afirmaba que, "los hombres sabios hablan porque tienen algo que decir; los tontos porque tienen que decir algo".

Uno de los grandes males de la humanidad es aferrarse a tener siempre la razón. Mi verdad es la única verdad y la tuya no vale. Esa es la divisa que equivale a yo tengo razón y tú estás equivocado, lo que nos hace cautivos de nuestras propias opiniones. Querer tener siempre la razón es la enfermedad crónica de la humanidad. "Una de las mejores maneras de persuadir a los demás es escucharlos", según Dean Rousk.

Tener razón y no tener la razón es la gran paradoja de los seres racionales, que son los únicos que pueden cometer errores y equivocarse e, incluso, "perder la razón", lo que no ocurre con los restantes seres de la creación, pues éstos no pueden perder lo que no tienen.

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