Opinión

Mas con nocturnidad y alevosía

LA TERCERA convocatoria, en cinco años, de elecciones autonómicas catalanas, se ha hecho con nocturnidad y alevosía. Si no fuera por la seriedad del asunto, la forma en que el president Artur Mas ha querido dar solemnidad a su despropósito ha resultado patética.

La utilización de la Tv pública -TV3- retransmitiendo el acto en directo, a las nueve de la noche para mantener la tensión, con los papeles en una mesa como sacada de la serie Juego de Tronos, rodeado de afines, a modo de figurantes, detrás de el y asistiendo con cara de circunstancias resultó un cuadro, casi casi de atrezzo o, cuanto menos, un trampantojo.

Artur Mas tiene en su haber una serie de despropósitos que le dejan en evidencia como dirigente, le cuestionan como gobernante y le descalifican como líder político.

En estos cinco años de desafío independentista ha sobrevivido a base de engaños y medias verdades, creyendo que, haciéndose trampas en el solitario y haciéndoselas a los ciudadanos, evitará lo inevitable: que la historia de Cataluña le sitúe como responsable de la etapa más negra económica y social de la Democracia en esa parte de España.

Esta huida hacia ninguna parte encaja dentro de los parámetros de la cobardía política de quien no va de frente, no habla claro a los ciudadanos y se escuda en una calculada ambigüedad queriendo jugar nada menos que con los poderes del Estado.

Amaga, se protege para que no puedan llevarle ante los tribunales, en la convocatoria no se atreve a hablar de elecciones prebiscitarias y luego reitera sus intenciones en una declaración con nocturnidad y alevosía sin permitir que los periodistas le haga a preguntas incómodas que le pongan en evidencia.

Se ha dicho y es verdad que la firma del decreto es el paso más provocador de todos los que ha venido dando el president Mas desde que decidió desafiar frontalmente al Estado, en un camino hacia ninguna parte.

Al iniciarse la legislatura la coalición que lideraba, junto a sus antaño adversarios de ERC, impulsó una declaración de soberanía del Parlament que se declaró inconstitucional.

Después creó el llamado Consejo para la Transicion Nacional con el objetivo de diseñar unas estructuras propias de un Estado imaginario de una mente calenturienta, y el noviembre pasado respaldó y ayudó a organizar la consulta ilegal, un remedo de cartón de un referéndum por el que fue imputado.

Entre todos estos episodios se descubrió el mayor escándalo de corrupción, en términos económicos y políticos, de los que se han dado en la España del despilfarro y tal vez en eso, en el caso Pujol, se pueda encontrar una explicación al desatino.

Si todo el mundo en Cataluña, al parecer, sabía que la familia del antaño “molt honorable” se había especializado en “mordidas” a diestro y siniestro, resulta extraño que su hombre más cercano al que luego designó “hereu” no supiera nada.

Suele decir el líder de ciudadanos, Albert Rivera, que los Pujol y CIA se envolvían en la bandera mientras robaban la cartera, y se puede concluir que ahora se envuelven en la bandera para no explicar cómo, cuántos y cuánto se llenaron la cartera con el dinero de los catalanes.

Este nuevo desafío, donde se juntan en esa lista única, que no unitaria, todos los secesionistas: los que van de frente con el independentismo como bandera, como ERC o la CÚP y los que se disfrazan porque se avergüenzan de ser nacionalistas de derechas como el CDC, es de una gravedad extrema y como tal hay que tomarlo.

La convocatoria, por mucho que se haya ceñido de manera estricta a la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, está claro que maquilla otras intenciones y en ese sentido el resto de los partidos, el Gobierno y los poderes del Estado no pueden bajar la guardia, ni mirar hacia otro lado.

Las elecciones serán solamente eso: unas elecciones autonómicas pero el camino tramposo hacia una falsa independencia está trazado y con la ley en la mano se debe impedir transitarlo.

No hay equidistancia que valga, o se está con la ley o con quienes la quieren vulnerar, y tanto los grandes partidos como las formaciones emergentes no se pueden poner de perfil. La ambigüedad frente al desafío no es tolerable y es muy muy peligrosa.

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