Opinión

Algo va mal

Cuesta entender, por no decir que resulta incomprensible, la falta de empatía de la izquierda con las víctimas de los escraches cuando los atacados son políticos de derechas

EN LA ENTREVISTA en Antena 3 al presidente del Gobierno -que equivocó el nombre de Mayte Pagazaurtundua al ser preguntado por el escrache que sufrió Ciudadanos en Rentería- se le notó incómodo con la pregunta. De ahí la frialdad en la respuesta a la hora de condenar el boicot que una manada de cafres dizque nacionalistas les montaron a la euro parlamentaria Mayte Pagazaurtundua, al filósofo Fernando Savater y al líder del partido naranja, Albert Rivera. El escrache tuvo lugar en la plaza del pueblo en la que Mayte recordó que solía jugar de pequeña con su hermano Joxeba, asesinado años más tarde por la banda terrorista Eta. Tanto Joxeba a como su hermana Mayte fueron militantes del Partido Socialista, partido que llegó a tener hasta tres alcaldes en Rentería. Un partido que a la vista de su perfil actual parece haber perdido la memoria o busca no poner en riesgo futuros apoyos por cuenta del mundo abertzale como ya se manifestó en ocasión de la moción de censura que facilitó a Pedro Sánchez las llaves de La Moncloa.

Boicotear un acto político de un partido da la medida del marco mental que determinados individuos tienen de la política. No sorprende en el caso de los herederos de las tácticas de kale borroca que durante años emplearon los batasunos, compañeros de viaje de los etarras. Llama la atención, en cambio, cuando la falta de empatía procede de dirigentes políticos de partidos que se dicen democráticos. Es el caso de Pablo Echenique. Este personaje que acostumbra a dar lecciones de ética a todo el mundo ha llegado a decir que la presencia de Rivera en Rentería era una provocación: "Incendiar la convivencia entre los diferentes pueblos de España haber si se rebaña votos de odio en otros territorios", son palabras de un mensaje en tuit que avergüenzan por el sectarismo que delatan. Cada día que pasa se comprende mejor la caída en picado que reflejan los sondeos de intención de voto a cerca de las expectativas electorales de Podemos.

Cuesta entender, por no decir que resulta incomprensible, la falta de empatía de la izquierda con las víctimas de los escraches cuando los atacados son políticos de derechas. Sucedió también hace unos días en Barcelona. La víctima del acoso fue la candidata del PP Cayetana Álvarez de Toledo. Algo va mal en España cuando quienes desde una autoproclamada superioridad moral miran para otra parte ante actos sectarios de violencia partidista. En el caso del actual PSOE cada día cuesta más encontrar las huellas de aquél sueño igualitario que respaldaba el ideal socialdemócrata.

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