Opinión

Añoranza de unidad

EL ANIVERSARIO de la gran manifestación que hace un año se celebró en Cataluña a favor de la unidad de España y contra la deriva separatista que una semana antes había dado pie al referéndum ilegal del 1-O, parece haber abierto una puerta a la melancolía. Añoranza de un acto de potente significado político.

Rompiendo con la española tradición del cantonalismo, algunos dirigentes de partidos políticos diferentes Josep Borrell (PSOE), Albert Rivera (Cs), Carlos Villarejo (por aquél entonces en Podemos), Dolors Montserrat (PP) o el gran Mario Vargas Llosa, vecino que fue de Barcelona durante los años germinales de su creación literaria, se dejaron oír para defender la unidad de España y denunciar al independentismo excluyente y xenófobo.

En democracia, la gran manifestación –cerca de un millón de personas recorriendo pacíficamente las calles barcelonesas y portando banderas españolas y senyeras– fue un acto que no tenía precedente en la capital catalana, la ciudad en la que los separatistas se jactan de que las calles son suyas. Societat Civil Catalana, los organizadores de aquella convocatoria han seguido trabajando, pero su obra tiene escasa proyección en los medios de comunicación. Los partidos políticos algunos de cuyos líderes aquél día olvidaron sus diferencias para transmitir un mensaje de unidad, han vuelto a donde solían: a la defensa de lo suyo. Ni siquiera los últimos desvaríos de Quim Torra, del presidente de la Generalitat estimulando a los grupos que forman los llamados Comités de Defensa de la República a que "aprieten" y perseveren en sus acciones violentas ha sido motivo suficiente para que los defensores de la Constitución aparcaran sus estrategias de partido para volver a la unidad frente al adversario que está desestabilizando la convivencia en Cataluña.

Esa añoranza a la que me refiero circula por algunos medios y ciertas columnas de opinión pero ahí se queda. Quizá porque quien debería haber tomado la delantera en la defensa del orden constitucional es el Partido Socialista dado que es quien gobierna en España. Pero ni está ni se le espera en ese registro porque su hipoteca con los nacionalistas es su talón de Aquiles. Tengo para mí que el Josep Borrell orador hace un año en el mitin que clausuró aquella gran manifestación sigue pensando que "Cataluña no es una colonia, ni un Estado ocupado militarmente y que si se declara la independencia unilateralmente el país se iría al traste" –fueron sus palabras en aquél acto–, pero ahora, en su condición de ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de España es una voz atemperada. Precisamente por la pertenencia a un Gabinete presidido por un ciudadano que, entre otros, le debe a los partidos separatistas haber llegado a la Presidencia. Que nadie espere a ver a Pedro Sánchez en modo mitin junto a Albert Rivera y Pablo Casado defendiendo la Constitución y la unidad de España. Por lo que seguramente tiene de irrepetible, la añoranza de aquel momento de unidad, una cierta nostalgia, está más que justificada.

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