Opinión

Iglesias no visita residencias

Que las comunidades autónomas tengan transferidas las competencias en materia sanitaria no exime al Gobierno de su responsabilidad

LLEVAMOS NUEVE meses bajo los efectos devastadores de una pandemia que se ha cobrado más de sesenta mil vidas —una cuarta parte de ancianos acogidos en residencias — y Pablo Iglesias todavía no ha tenido una hora para visitar uno de esos centros interesándose por la salud de los residentes y las condiciones de los centros. Sí, llama la atención su falta de interés —por no hablar de ausencia de empatía— es porque Iglesias como miembro del Consejo de Ministros en su condición de vicepresidente segundo es titular de la cartera de Derechos Sociales y Agenda 2030. Aunque la segunda parte de su encomienda es por abierta, inconcreta e incluso difusa, la primera, Derechos Sociales, es inequívoca. Remite, directamente a asuntos tales con la situación de las residencias. Qué mayor asunto social tiene en estos momentos planteado nuestro país si no es el de la pandemia y sus consecuencias.

Que la situación "social" por la que atraviesan las residencias de la tercera edad es un problema nadie puede ponerlo en duda a la vista del elevadísimo número de fallecimientos entre los residentes. Que las comunidades autónomas tengan transferidas las competencias en materia sanitaria no exime al Gobierno de su responsabilidad puesto que estamos ante una plaga que afecta a todo el país. Así se recoge en la Ley de Sanidad. Pero, más allá de los repartos de competencias, al tratarse de una pandemia que se prolonga en el tiempo y a la que ni mucho menos se le ha "doblado la curva" —según la fallida profecía veraniega del presidente Pedro Sánchez—, la obligación moral de Iglesias en su condición de ministro le debería haber llevado a ocuparse del estado de las residencias de ancianos por el solo hecho de ser lugares en los que se ha cebado con más saña la covid 19.

No acudir a uno de esos centros delata una falta total de empatía con los más desfavorecidos. Ausencia que en el caso de quien llegó a la política proclamándose paladín de perdedores y marginados por culpa del injusto sistema capitalista liberal, resulta todavía más llamativo. Nadie duda a estas alturas de la película que estamos ante un político que ha llegado donde está por una parte manejando con maestría en la televisión las artes de la demagogia y por otra aprovechándose de la debilidad parlamentaria del PSOE y el afán de poder de Sánchez. No tiene tiempo para visitar una residencia de ancianos o un hospital pero raro es el día en el que no acude a un plató de televisión. Al personaje que se ha construido se le está viendo el cartón.

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