Opinión

Recado a Pedro Sánchez de un futuro centenario

En 2050, cuando España sea el universo semi feliz diseñado por George Sánchez/Pedro Orwell e Iván Huxley/ Aldous Redondo, quien suscribe se estará acercando a los cien años de edad. Ni disfrutaré, suponiendo que viva tantos años, de los avances que nos anuncia el documento de las seiscientas y pico páginas ni sufriré, espero, algunas de las modificaciones a los placeres que, para nuestra vida diaria (hasta ahora) suponía la libertad de viajar sin controles, de comer carne cuando nos da la gana y de tener la seguridad de que no habrá realquilados de un tipo u otro en nuestras viviendas.

Quiero con ello decir que solo, y nada menos, por nuestros hijos y nietos -para entonces yo tendré ya uno treintañero- nos inquieta la prospectiva diseñada por La Moncloa, que no es necesariamente mala, excepto por el hecho de que se haya querido exclusivamente monclovita y por ello susceptible de ser acusada de utilización para la imagen exclusiva del principal habitante del palacio en la Cuesta de las Perdices.

En 2050, es probable, si se cumplen las previsiones y no nos azotan nuevas pandemias de varias clases, que España sea un país con bastantes centenarios, aún más nonagenarios y muchos, pero muchos, octogenarios en situación de seguir disfrutando de la vida. Pero, hasta donde se me alcanza, el proyecto 2050 piensa más en los jóvenes, y me parece lógico, por más que, en esa fecha, Pedro Sánchez será un madurito pensionista -con trienios de ex presidente- de 78, que ya he repetido otras veces que es edad en la que Joe Biden se considera apto para gobernar el mundo, cosa a la que supongo que no aspirará el señor Sánchez, aunque quién sabe.

Así que, como centenario to be, y por tanto como ajeno a los afanes y los días del tocho monclovita, es como me atrevo a juzgar las líneas generales de ese largo documento al que me abandonaré este fin de semana. No estoy con quienes dicen (Pablo Casado entre otros) que es un "insulto" haber lanzado y presentado ese plan para mediados de siglo; me parece que hay muchos puntos sobre los que convendría abrir un debate y una reflexión, y el documento lo hace, aunque obvie temas sustanciales, como las maneras de mejorar nuestra democracia.

Pero lo que sí me parece insultante es haber patrimonializado el futuro en favor de unas siglas y de una persona: quizá haya instituciones y poderes diferentes al Ejecutivo -¿qué tal una comisión senatorial ayudada por expertos?- que podrían haber apadrinado, completado y mejorado una investigación llevada a cabo por un equipo sin duda serio y competente comandado por un joven de treinta y cinco años con medallas académicas de primer grado, aunque con poca trayectoria práctica en la vida.

Y, vuelvo a mi rol de futuro centenario, lo que más me inquieta es que, como en la película de Ken Loach, estemos pensando en dentro de tres décadas, pero mucho meno en los que nos puede ocurrir dentro de tres meses, de tres semanas o de tres días en este país convulso de cuyo control inmediato nadie parece querer responsabilizarse. Claro, dentro de treinta años, todos calvos. Quien suscribe, al menos.

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