Opinión

No se fían de Sánchez

Es de esperar que se imponga la diplomacia y el sentido común, sobre la base de que en una negociación todos tienen que ceder en algo

Los corresponsales de agencias y medios norteamericanos, y por lo general, anglosajones en España, se han referido más de una vez en sus crónicas a la desconfianza de la Administración norteamericana con respecto al Gobierno del Doctor Pedro Sánchez. Y esa desconfianza es antes y ahora, ante determinados asuntos delicados, por la presencia de comunistas en el ejecutivo español. Ahora, según estos analistas, las precauciones se han agudizado ante las críticas de Podemos y sus contratas a que España cumpla sus responsabilidades como miembro de la Alianza Atlántica, en la fase preventiva y disuasora del conflicto entre Estados Unidos y la Unión Europea con Rusia, a propósito de Ucrania.

Nadie quiere que haya en guerra alguna, pero precisamente la paz se asegura, como dice el viejo aforismo romano, dotándose de los medios para defenderla, lo que como enseña Sun Tzy y confirma Clausewitz convenciendo al adversario o enemigo de que no le vale la pena iniciar un conflicto. Una triste evidencia de que la forma en que el presidente Biden ningunea a Sánchez, al que mantiene al margen de sus contactos con otros jefes de Gobierno o de Estado de Europa, tiene mucho que ver con lo antes dicho. España ha ido perdiendo relevancia en este tiempo en el concierto internacional, con alarmantes signos geopolíticos como la entente de Estados Unidos o Marruecos. Los analistas extranjeros recuerdan, en ese sentido, el daño que ha causado en la imagen de España la frivolidad del proto cónsul de Maduro, el ex presidente Zapatero, defensor del chavismo al que, como se recordará, el propio secretario de la Organización de Estados Americanos, con relación a este asunto, le aconsejó que o fuera imbécil.

Es de esperar que se imponga la diplomacia y el sentido común, sobre la base de que en una negociación todos tienen que ceder en algo. Ucracia es un país soberano que quiere desprenderse para siempre de su vínculo con la que fuera la URSS y tiene todo el derecho a hacerlo. Hay barreras que no se pueden traspasar en ese sentido, pero también se puede y se debe ser prudente en todos los sentidos y dejar la obstinación de plantear ahora cuestiones que pueden y deben esperar para desmontar los argumentos del otro. Y esperemos que así sea, aunque España sea un convidado de piedra.

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