Opinión

Mis recuerdos del profesor Fernández Arruty

Como profesor de Derecho Canónico, era una reconocida autoridad en la materia. No en vano, tras licenciarse en Santiago amplió conocimientos en la misma Roma con una tesis sobre la Ciudad del Vaticano

Poco o nada se puede añadir a cuanto se ha dicho sobre el jurista y catedrático de Derecho Canónico de la Universidad de Santiago de Compostela don José Ángel Fernández Arruty, quien nos ha dejado tras una larga y fecundísima vida que cultivó el respeto de cientos de sus alumnos y el afecto de todos quienes lo conocimos y tratamos en las diversas facetas de su quehacer cotidiano. En mi caso, una especial circunstancia me permitió conocerlo de cerca y tratarlo con su cordial sencillez, ya que era compañero de promoción en la Faculta de Derecho de Santiago de mi maestro en Periodismo y Derecho don Manuel Fernández Areal, además fui compañero en mi caso de su hija funcionaria de la Universidad de Vigo, en la Facultad de Ciencias Sociales de Pontevedra

l profesor Arruty y con Fernández Areal en gratas ocasiones, y aprender y ensanchar los márgenes de mi conocimiento en Derecho y en la vida al lado de estos dos maestros que conservaban entre ellos la misma complicidad y sentido del humor de sus tiempos de estudiantes. Alguna vez, de forma discreta, aunque fuera de los ámbitos privados no se hablaba mucho del mismo, hablamos de la estirpe de Fernández Arruty, pues era hijo nada menos que de Bibiano Fernández Osorio-Tafall, interesantísimo personaje que era doctor en Ciencias Naturales y fuera catedrático de la misma materia en el Instituto de Pontevedra. Traigo a colación este recuerdo, a propósito de una confidencia que nos hizo en su día el profesor Arruty. Como se sabe, su padre, militante de ORGA, fue alcalde de Pontevedra, con solo 28 años, presidente de la Diputación y dos veces diputado. El propio Valentín Paz-Andrade me contó el destacado papel que jugó en el proceso durante la II República para dotar a Galicia de un Estatuto de Autonomía, como presidente de la asamblea de municipios, de la que era secretario el padre de Mariano Rajoy, de nombre Enrique. Como se sabe, el padre de Arruty fue un destacado miembro de las Naciones Unidas y la FAO, y de la primera llegó a sub secretario. Fue invitado por Adolfo Suárez a participar en el primer periodo de la autonomía gallega tras el fin del régimen franquista, si bien rechazó el ofrecimiento.

Pues bien, con todos estos precedentes, un día el profesor Fernández Arruty y a mí nos confesó que al igual que lo fue su padre le hubiera haber sido alcalde de Pontevedra. Sin duda, habría sido un gran alcalde y hubiera dado a la ciudad la impronta que se aprecia en todas aquellas actividades que emprendió en la vida, cuya huella se aprecia, sobre todo, en el Casino de Pontevedra y su apertura de la sociedad. Pero Arruty estaba muy por encima de las banderías de la política, si bien su fuerte personalidad y prestancia hubieran hecho de él un gran alcalde. Sin la menor duda.

Como profesor de Derecho Canónico, era una reconocida autoridad en la materia. No en vano, tras licenciarse en Santiago amplió conocimientos en la misma Roma con una tesis sobre la Ciudad del Vaticano. En su larga etapa como presidente del Casino de Pontevedra dio a la entidad el carácter que conserva. Yo pude disfrutar de su hospitalidad y apoyo, cuando recién incorporado a la Universidad como profesor de Derecho de la Información y Comunicación Institucional, presenté uno de mis primeros libros sobre la materia acogido a la nobleza del salón noble del Casino, bajo la presidencia del profesor Arruty.

Hay una cita de Plinio el viejo que, en casos como éste, dibuja los sentimientos que a todos nos embargan cuando, pese a sus 91 años, nos dejan personajes como el  profesor Arruty, pues viene a decir que, en algunos casos la muerte llega a destiempo, aunque sean personas de edad provecta que él creía que merecían vivir para siempre.

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