Opinión

Contra viento y marea

Pese a las zancadillas de la oposición, Campos ve viable gobernar la Diputación en minoría 


"ESTOU AQUÍ E NON SEI aínda moi ben por que". Así de sencillo explica el alcalde de A Pontenova, el socialista Darío Campos, su llegada a la presidencia de la Diputación. Asumió el cargo de rebote y por sorpresa, a través de una moción de censura y tras formar parte del elenco del espectáculo más fraticida que han vivido los socialistas lucenses desde la llegada de la democracia. Ahora está al frente de un gobierno bipartito (PSOE-BNG) que está en minoría en la corporación provincial y que pleno tras pleno, desde hace cuatro meses, está recibiendo varapalo tras varapalo. Sin embargo, Campos, que es un hombre discreto y tranquilo, no tira la toalla y está dispuesto a luchar contra viento y marea para hacerse con la nave de San Marcos, consiguiendo que sea viable un gobierno en minoría. Aunque no sepa cómo ni por qué, tiene en sus manos el timón de la Diputación y, pese a las tormentas que provocan los populares de Elena Candia y el diputado no adscrito, Manuel Martínez, se muestra dispuesto a conseguir que la entidad provincial, que está prácticamente paralizada, ponga su maquinaria a toda marcha.

Lo primero y, al mismo tiempo imprescindible, es aprobar el presupuesto para este año. Las negociaciones que en las últimas semanas mantuvieron el PSOE y el PP parece que se encuentran estancadas. Ni unos ni otros reconocen que están rotas, pero, por el momento, no hay convocadas nuevas reuniones. El propio presidente declaró esta semana a la prensa que todavía confía en la posibilidad de llegar al consenso, porque ya se sabe que es mejor un mal acuerdo que un buen litigio, pero, en su entorno, insisten en que no están dispuestos a que se les imponga por la fuerza un presupuesto elaborado a la carta por el PP. El equipo de Campos aboga por imprimir un poco de sentido común y defiende que, antes de construir las residencias de O Courel y Portomarín, que demandan los populares, lo lógico es que se pongan en marcha las ya totalmente terminadas (Castroverde y A Fonsagrada), para comprobar si son viables sin ayuda de la Xunta y con un coste por plaza de 1.000 euros, y después, si la experiencia es positiva, planificar la construcción de otras.

La opción de llegar a un acuerdo con Manuel Martínez parece que tampoco se da por descartada del todo, pero, en este caso, el optimismo del equipo de Campos es prácticamente nulo. Hay desconfianza mutua y en la batalla de los últimos meses se han provocado heridas personales que dificultan cualquier posible acuerdo, pero, además, el bipartito no ve posible construir en Becerreá, municipio del que Martínez es alcalde, una residencia de cien plazas, como demanda el no adscrito, por el coste de la misma, porque no entra dentro de la filosofía de pequeños geriátricos en los cascos urbanos de las villas y, sobre todo, porque, con la negativa de la Xunta a concertar plazas, la ven totalmente inviable.

Pero, el gobierno de Campos tiene un plan B por si las negociaciones no llegan a buen puerto, que es lo más probable. En ese caso, el presidente tiraría de las opciones que le ofrece la ley para poder aprobar el presupuesto y sacar a la Diputación de la inactividad. Se sometería a una moción de confianza, que es casi seguro que perdería, porque la oposición tiene mayoría en la corporación, pero, entonces, arrojaría el balón sobre el tejado del PP y del diputado no adscrito, que tendrían un plazo de un mes para presentar una moción de censura. El problema, y eso lo saben muy bien los asesores de Campos, es que Manuel Martínez ya respaldó en este mandato la operación que derribó a Elena Candia del poder y, según la legislación, no puede repetir la maniobra en los próximos cuatro años. Pasados los 30 días estipulados sin que fructificase la moción de censura, el presupuesto que elaboró el bipartito quedaría aprobado automáticamente y, además, al año siguiente, en 2017, llegaría con el visto bueno de la junta de gobierno para dar luz verde a las cuentas.

En cualquier caso, como apela el propio presidente, el nuevo bipartito tiene que aplicarse también el sentido común y ser consciente de que está en minoría, una situación que algunos de sus integrantes parece que todavía no han asumido, comportándose como cuando tenían todo el poder y llegaba simplemente con levantar la mano para que los proyectos que defendían se convirtieran en una realidad. Ahora hace falta diálogo y sentido común por el bien de los ciudadanos, porque la Diputación, desde junio, es como un barco a la deriva que navega escorado. Aún así, Campos parece dispuesto a capitanear la nave con mano firme o, por lo menos, a intentarlo.

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