Opinión

Funcionarios de partido

ABUCHEOS PARA PP y PSOE, comentarios en voz alta durante el debate, abrazos apasionados de felicidad o consuelo, según los casos, y, para rematar, 13 bombas de palenque, una por cada diputado del nuevo bipartito de la Diputación, festejando la victoria, como si de una feria se tratase. Estos fueron los componentes del espectáculo que dieron algunos trabajadores de la entidad provincial durante el pleno del pasado jueves en el que se debatió la moción de censura que desalojó al PP del gobierno, devolviéndoselo al PSOE y al BNG. Fueron solo unos pocos entre los centenares de empleados de la Diputación, pero su actitud, abiertamente partidista hacia uno u otro lado, porque había de los dos bandos, fue más bronca que la que mantuvieron los diputados y puso en evidencia el alto grado de politización de algunos funcionarios de la entidad provincial. Su comportamiento fue una prueba más de que estos organismos son una fuente inagotable de empleos para colocar a los más próximos, de tal forma que en vez de servir a la institución están a las órdenes de una u otra formación política.

La actitud partidista de algunos trabajadores de la Diputación no es nada nuevo. Durante las décadas en las que la entidad estuvo en manos de Francisco Cacharro Pardo, las simpatías hacía el PP eran más que evidentes entre los currantes de la entidad. De hecho, en la mayoría de los actos de partido, siempre y cuando interviniera don Francisco, estaba presente la clac formada por empleados del palacio de San Marcos, que aplaudían a rabiar.

Cacharro convirtió la Diputación en su cortijo particular y se rodeó de personas de confianza en todos los departamentos. Para un lucense de a pie, daba igual la formación que tuviese, acceder a un plaza en la institución era una utopía, porque a las convocatorias se les daba la mínima publicidad posible, escondidas en el tablón de anuncios debajo de mil folios, y en algunas oposiciones el único candidato que se presentaba cumplía las bases como si se las hubieran hecho a medida.

Pero, la era Cacharro no iba a ser eterna y cuando el bipartito (PSOE-BNG), con el socialista José Ramón Gómez Besteiro a la cabeza, llegó al poder, muchos se preguntaban cómo iba a manejar una institución en la que continuaban trabajando numerosas personas próximas o directamente afiliadas al PP. Sin embargo, el nuevo presidente no se encontró con demasiados problemas con los trabajadores. Uno de los más veteranos de la casa, al que nunca le importó demostrar una auténtica devoción por Cacharro, comentaba con sorna pocos días después de que Besteiro tomase posesión del cargo: «Nunca vin tanto socialista nesta casa». Y es que las cosas cambian y es de inteligentes adaptarse a las nuevas circunstancias, a los nuevos patrones, sobre todo cuando tu mentor ha sido defenestrado por sus propios compañeros de partido, como le había ocurrido a don Francisco.

El propio Besteiro, en su discurso de despedida como presidente de la Diputación, hizo referencia indirectamente a esta situación, agradeciendo a los funcionarios su capacidad para «adaptarse» a los cambios que introdujo el bipartito. Con el nuevo gobierno avanzaron algo las cosas y, por lo menos, se empezó a hacer publicidad de las convocatorias de puestos de trabajo, pero, por lo visto en el pleno del pasado jueves, no se erradicó el alto grado de politización de algunos funcionarios, ni mucho menos.

Esta situación, en la que algunos funcionarios parece que en lugar de trabajar para la institución lo hacen para el partido de turno, es lo que después ocasiona tensiones como las que si vivieron en los tres meses en los que el PP gobernó de forma interina en la Diputación. Candia llegó al despacho principal de San Marcos y se sintió rodeada por el enemigo, por lo que optó por mandar al zulo a los que más se habían significado durante el gobierno de Besteiro y los enfrentamientos verbales con algunos funcionarios traspasaron los muros de la Casa Grande.

El problema, realmente, está en la propia esencia de las diputaciones. Son instituciones decimonónicas, que tuvieron su razón de ser en otras épocas en las que el poder se centralizaba en Madrid, pero que hoy están de más en el organigrama del Estado.

Tienen presupuestos millonarios y la única competencia, un tanto etérea, de cooperar con los concellos, por lo que en la práctica se convierten en una herramienta muy útil para que el partido que está en el poder reparta puestos de trabajo entre los más próximos y dinero a raudales entre los ayuntamientos de su color político.

Comentarios