Opinión

Alto y claro

Las urnas nos dijeron alto y claro que hay cosas que no se estaban haciendo bien; que «política y corrupción no pueden ir jamás de la mano». La frase pertenece al discurso de investidura de la nueva presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes. El mensaje de hartazgo llegó alto y claro en las dos últimas citas electorales, que se haya recibido y procesado adecuadamente en algunos centros de decisión y poder es preocupantemente dudoso. Todo un presidente de un gran banco se quejaba ayer de la falta de reacción que hubo frente a la extensión de la corrupción, con intensa concentración en algunas comunidades concretas. Al Madrid de Esperanza Aguirre, como a Andalucía, Valencia o Cataluña, se le podría aplicar, cambiando delito por corrupción, el diagnósitco de Bertolt Brecht, «cuando el delito se multiplica nadie quiere verlo».

Desprecios

La celebración esta semana en Baiona de la cumbre hispanolusa, con Rajoy y Passos Coelho, «es un desprecio a Vigo». Algo así solo lo puede decir Abel Caballero. Si las capitales de provincia fronterizas con Portugal organizasen un concurso de victimismo localista sería Abel Caballero, que no es alcalde capital de provincia, el ganador absoluto.

El Ayuntamiento de Madrid cuenta con 170 coches oficiales. Esto, después de hacer una rebaja por la crisis. Antes, cada concejal tenía un coche. Ahora, con la nueva corporación, no hay acuerdo para renunciar al coche oficial de asignación personal. Ciudadanos y PP se resisten. El argumento ya es viejo: los coches y los conductores ya están ahí.

El nuevo alcalde de Ourense, Jesús Vázquez, exconselleiro de Educación, pretende llevar al pleno la reducción de la asignación económica a los grupos políticos. Cuenta ya con el rechazo de la mayoría (17 concejales) frente a los diez con que gobierna en minoría. Le replican que se baje el sueldo él.

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