Opinión

Crimen y castigo

EN EL episodio de ayer de Los Simpson toma el gobierno de Springfield la gente con mayor cociente intelectual. Entre sus medidas, a los galgos de las carreras les sustituyen el hueso tras el que corren por un diploma de Harvard. El gag tuvo su gracia, pero lamento decirle a sus guionistas que la realidad de nuevo superó con mucho a la ficción cuando ayer me enteré de que el galgo ganador de una carrera iba hasta arriba de cocaína. Y mucho me temo que el chucho no la esnifó en los baños del canódromo cortada con una tarjeta de crédito. Cuando su dueño vaya a la cárcel (nótese el sarcasmo), habrá que ver qué le da a su cucaracha para que acelere en las legendarias carreras de esos bichos repulsivos que según las películas se montan en chirona. No quiero ni pensar cómo puede ser la cosa si el tipo es aficionado a los hipopótamos, esos mamotretos de agua con una mala uva legendaria. Si un hipopótamo que toma un baño tranquilamente te aplasta sin miramientos por mirarle desde lejos, como le enchufen cocaína se comerá hasta a los cocodrilos que le miran desde el otro lado del río. Iba a decir que deberían dársela a él para que vea lo que se siente, pero al momento caí en que soy un ingenuo.

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