Opinión

¿Donde está la bolita?

LOS VI por vez primera allá por los años ochenta en Madrid. Me dirigía, con la Ley de Procedimiento Administrativo en la mano, camino del despacho de mi entrañable y paciente preparador, don Javier Montero y Casado de Amezua, Administrador Civil del Estado y Capitán Auditor del Cuerpo Jurídico de la Defensa, a cantar los temas de la oposición y allí estaban ellos, ocupando la esquina estratégica de Alberto Aguilera con Vallehermoso. La calle Atocha y la Plaza de Carlos V, la calle Preciados, la Gran Vía, el Rastro y Cascorro eran, entre otros, los lugares donde estos carteristas y estafadores lanzaban el anzuelo a la espera de un incauto de provincias o de algún turista listillo que se creen que aquí, en esta tierra de Rinconetes y Cortadillos, se atan los perros con longanizas.

Los instrumentos de trabajo con los que desarrollaban su vieja actividad son muy sencillos: una caja grande de cartón que les sirve de mesa y tapete, tres cartas dobladas, o tres cascaras de nuez y una bolita de papel o un guisante. Se juegan en corrillo su dinero, llamando la atención del transeúnte que contempla, asombrado, como uno de ellos se embolsa con pasmosa facilidad y de una tacada cinco mil duros de los de antes. Los demás compinches, mientras, animan a los curiosos a que se acerquen y jueguen y alguno de ellos —hábil carterista— les birla la billetera al menor descuido. Muy cerca del corrillo y en las esquinas de la calle se encuentran, vigilando el panorama, algunos cofrades más que, en cuanto ven asomar la cabeza a algún guindilla dan el típico grito de ¡Agua! Desapareciendo, entonces, todo el mundo, la caja y los guisantes en un plis plas. A estos personajes se les conoce en España con el nombre de trileros y aunque difícilmente engañan a alguien, terminan siempre por pescar a algún incauto hortelano al que dejan desplumado.

Aquí en Celtiberia y más concretamente en la región catalana, desde la llegada de Jordi Pujol y familia al cortijo, los trileros han dejado las calles y las plazas y se han pasado a la política activa, desarrollando toda su vergonzante actividad de estafa y trampa. No se conoce actitud política más petardista y rufianesca y que haya durado más de cuarenta años, sin contar los de la II República, que la de los separatistas catalanes y toda su red mafiosa de trileros educativos, policiales, periodísticos, televisivos, radiofónicos y futbolísticos. Una autentica orquesta que ha convertido al Parlamento catalán en la esquina donde instalan su caja de cartón, forman el corro del engaño con los etarras de batasuna y algún podemita y, al lado, faltaría más, los obispos del terruño, que vigilan en las esquinas, mientras el trilero mayor del condado catalán mueve la bolita ante una atónita vicepresidenta del Gobierno de España a la que le han birlado el bolso cuatro o cinco veces y aún no se ha dado cuenta de cómo se las gastan estos cortadillos de pueblo. Mienten y prometen entelequias, mientras el mercado español les ha dado la espalda, los bancos y las empresas huyen de allí y Europa no les habla. La señora vicepresidenta está muy preocupada por lo que le van a responder el lunes. Nada. No responderán nada. Ni si, ni no, sino todo lo contario. Y venga dinero, mucho dinero. La bolita, ¿Dónde está la bolita?

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