Opinión

¡En forma!

Como la canción que interpretaba como nadie Glenn Miller en los años 40. In the Mood, en forma o de buen humor, así esta y así manifiesta encontrarse Mariano Rajoy, para afrontar unas terceras elecciones generales como hizo, en su día, Felipe González. Está en su derecho y no existe impedimento alguno que le impida volver a solicitar la confianza de los españoles.

No hace mucho, algunas de las cabezas pensantes de la izquierda celtibérica, que hoy anda un poco confusa y despistada, daban plenamente por amortizado a un Rajoy que, al final de la última contienda electoral, salió al balcón de Génova 13, fumándose un puro entre vítores y aplausos de afiliados y simpatizantes.

Los sesudos analistas, periodistas a sueldo y demás adivinos que por España abundan, colocaban ya a don Pablo Iglesias y a la Bescansa en la Moncloa, vendiendo, en contra del sabio refranero popular, la piel del oso antes de cazarlo y desconociendo de manera increíble cómo se las gasta un corredor de fondo como Rajoy. Un Rajoy a quien, después de tantos años dando vueltas en el ruedo ibérico de la política, le han salido unos cuantos espolones y tiene más conchas que un galápago.

El presidente viene de vuelta y sus rivales aún no se han enterado. Está acostumbrado a jugar partidos duros, muy duros. Y para ello hay que estar muy preparado. Se lo recordó en el debate televisivo a sus adversarios, bastante pardillos y con mucho por aprender y estudiar. Gobernar es muy serio y aquí hay que venir aprendido, les dijo sonriendo. Él lo sabe muy bien. Y ahí están las cuentas de la ruina de Zapatero que le entregaron. Una gravísima situación, sin precedentes, que le ha obligado a tirar para adelante aplicando la inteligencia, el sentido común y una norma elemental que todos los papas y las mamas del mundo les deberían enseñar a sus hijos: No se puede gastar más de lo que se tiene. Y aquí, en este país de chiste en donde andamos a palos con los turistas que nos arreglan el año, las taifas autonómicas y sus emires se han comido ya todo el salchichón. España estaba en la bancarrota y había que tomar medidas durísimas. Así lo hizo Rajoy. Y lo hizo, a sabiendas de la cantidad de votos que perdería y teniendo muy claro que antes que presidente del PP, es el presidente del Gobierno de España.

Las encuestas le siguen situando a la cabeza del pelotón a pesar del enorme daño que les ha hecho la corrupción a los conservadores. Y quien dice, en estos momentos, que no va a volver ganar. Sus rivales siguen con la misma cantinela y sus argumentos siguen siendo muy pobres. No los sacas del famoso whatsApp a Bárcenas, de la reforma de la legislación laboral y de una cosa plurinacional muy rara en que quieren convertir a una España que existe como realidad política y como nación en la Historia desde el siglo VI. Lo van a tener complicado, Iglesias, Sánchez y Rivera. Los ciudadanos siguen confiando en el presidente conservador. Debe ser que ven a Rajoy como un hombre serio, con extraordinaria experiencia en las labores de gobierno, sentido común, pies en el suelo, prioridad para las necesidades reales y tijera para lo superfluo. Y con un único objetivo: mejorar el nivel de vida de todos los españoles. Ni más, ni menos.

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