Opinión

Enfadarse es lo importante

EL OTRO día fui testigo de cómo un coche le daba un castañazo a otro dando marcha atrás. Luego le dio a otro al irse hacia adelante, y después hizo una maniobra que le llevó a impactar con un bolardo. De dentro del primer coche soliviantado salió una mujer indignada y con buenos pulmones que empezó a aporrear el capó del coche del conductor torpón, que estaba tan rojo que parecía a punto de entrar en combustión espontánea. Inmediatamente se montó un alboroto fenomenal que por supuesto me quedé a espiar desde un discreto segundo plano. Al conductor con tan poco ojo clínico parecía importarle un rábano el daño a los otros coches. La mujer golpeada primero parecía haberse quedado sin coche. A dos metros, los acompañantes se enzarzaron en una disputa dialéctica paralela y estéril. En conjunto, era imposible entender qué estaba diciendo cada cuál. Cuando me cansé del revuelo pensé en que esto es tan común que lo vería luego en el Telediario, como así fue. De un lado, nadie asume la culpa de nada jamás. De otro, la simpleza más increíble se convierte en un agravio a la altura de un crimen. Al irme me enfadé porque casi piso una mierda de perro, y eso que no la pisé.

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