Opinión

Granja Garea, la historia de un yogur

La Granja Garea de Marcón fue el referente durante casi tres décadas por su fabricación de yogures y derivados, que llegaron a ser los mejores de España. Un estudio de Nestlé sobre productos lácteos lo consideraba el Yogur Garea el mejor yogur de España: un orgullo para Pontevedra

La historia de la saga Vidal Fraga comienza en Cambados cuando Juan Vidal Fraga se casa con su prima, Eugenia Fraga Fernández, con la que tuvo once hijos: Eugenio, Luis Manuel (Chiras), Lucila, Juan, Eugenia, salustiano (tano), Enrique, Francisco, socorro, Encarna y Maria del Carmen (Maca), todos apellidados Vidal Fraga y nacidos en Cambados.

Juan se interesa por los yogures cuando vuelve a España, después de estudiar en Francia, en donde se acostumbró a tomarlos. En su casa hacía yogures, en una yogurtera, después de haber estado enfermo y recibido un tratamiento con antibióticos que le destruyó la flora intestinal por lo que llegó a la conclusión de que el yogur era muy beneficioso para la salud. En 1953 la familia se traslada de Cambados a la Granja Garea en Marcón: una finca de 6 hectáreas con cinco molinos y un río, muy cerca de Pontevedra que había pertenecido a Luis Rodríguez de Viguri, que fue Ministro de Fomento con Alfonso XIII.
Parte de los hermanos en la Granja GareaGarea era el apellido de los caseros de la finca, conocidos porque la gente se acercaba a moler trigo en los molinos y se decía: “vete allí: a la de Garea”. Eran los tiempos en que se cobraba en especies la 'maquía': por cada 14 kilos de trigo el molino se quedaba un kilo para el propietario y otro para el molinero.

Una vez instalados en la granja, a su padre, que se había informado también mediante libros sobre el proceso de fabricación, se le ocurrió la idea de producir yogures porque tenían las vacas y el espacio. Pero la verdadera artífice de llevar adelante el proyecto fue su hija, Lucila Vidal Fraga que, contra viento y marea, consiguió mantener la empresa durante casi tres décadas.

Para conocer el proceso de fabricación de primera mano, animada por su padre, se desplaza al Instituto Rosell de Tui, fundado en 1940 para divulgar los efectos beneficiosos del yogur y el kéfir en la salud. allí conoce al Dr. José María Rosell, químico fundador de la primera cátedra de Microbiología en Norteamérica y autor de trabajos pioneros de investigación para implementar los conocimientos científicos en la industria de lácteos fermentados de España y Portugal. Lucila producía los yogures en una incubadora eléctrica y rosell llevaba a cabo el mismo proceso con agua en una fábrica enorme. aunque le recomendó no hacer cultivos para los fermentos y entrar sólo en la fabricación del yogur, la familia decidió seguir adelante con todo el proyecto.

La fábrica de yogures Garea se instaló hacia 1965 sobre un antiguo molino a la entrada de la Granja Garea, por la que todavía pasa un río, y se abastecía de leche con las más de treinta vacas que tenían en la granja. Empezaron la producción de manera muy artesanal, hirviendo la leche entera porque aún no tenían pasteurizadores y la incubadora era de madera y era la que usaban para los pollos. al principio producían trescientos yogures naturales al día en tarros de cristal transparentes con una goma que sujetaba la tapa de aluminio, y hacían el proceso a mano, uno a uno. Los primeros envases de cristal se los habían comprado a una empresa en proceso de liquidación y no tenían todavía la etiqueta con la marca Garea. Lucila salía a repartir los yogures en una furgoneta Citroën en Pontevedra que ponía 'Yogur Garea, sabor de aldea', e iba buscar el hielo a Marín para la nevera; Chiras y Pirucho (un vecino de la zona que les ayudaba) hacían el reparto en Vigo; Enrique ayudaba en la producción y tano se encargaba de las vacas.

En Pontevedra los yogures se vendía el Ultramarinos Beledo y, en pueblos pequeños, en las farmacias porque, en aquellos tiempos, muchas tiendas no tenían neveras. Cuando fueron por primera vez a ofrecerle a Ramiro Beledo los yogures, para que los pusiera a la venta, preguntó: “yogur, ¿y eso qué es?”.

El patriarca, Juan Vidal Fraga, fallece en 1970 pero el proyecto continúa. Una inspección de sanidad les obliga a solicitar los permisos necesarios para continuar con la empresa. Lucila se desplaza a Madrid para conseguir los registros sanitarios, cosa que no era nada fácil. allí contó con la inestimable ayuda de Gustavo del Real, en la Escuela de Veterinarios de la Ciudad Universitaria, que comentó: “Me cayó bien esta gallega, la voy a ayudar”. al final, tras mucha demostraciones del proceso de fabricación del producto, Lucila consigue el registro sanitario y otros administrativos para continuar con la producción; fue el último fabriquín que se aprobó en España, que era una licencia de empresa familiar para la transformación de productos, lo que suponía menos exigencias administrativas.
Vista aérea de la casa familiar en la Granja GareaEmpezaron a modernizar la fábrica Garea, en 1975, con la compra de una pasteurizador de mil litros de capacidad por algo más de un millón de pesetas pero, tras la muerte de Franco por demoras en la aduanas y con la devaluación de la peseta, el precio cambió y llegaron a pagar más de cinco millones por la máquina. Con la compra del pasteurizador, una nevera enorme y una máquina de termo sellado aumentaron la producción diaria a tres mil yogures. La familia trabajaba todos los días de la semana incluidos domingos y festivos; la leche se la compraban en La Ría (Marcón) a Juan Prieto, de Quesos Prieto, así cubrían el aumento de la producción diaria. Lucila reconoce que continuó con el negocio por puro empeño, más que por las ganancias.

Garea no se publicitaba pero se acercaba a la finca mucha gente para comprar los yogures, o el requesón. a medida que aumentaba la demanda la familia abrió nuevos mercados en Vigo y después aparece en los lineales del primer Supermercado Froiz de Pontevedra en la calle Cobián Roffignac. Garea ya producía, aparte de su famoso yogur natural, otro con mermelada de fresa ‘Dolecia’ y el de chocolate, que lo hacían con 'Cacao Ama'. Para entonces ya produccián los yogures en envases de plástico que compraban en Valencia y que recogía en el aeropuerto de Vigo cuando sólo era de mercancías. La empresa ya contaba con un químico de a Estrada que trabajaba también en la Central Lechera de Pontevedra. Distribuían sus productos en a Coruña, Pontevedra y Ourense.

En el momento en que aparecen como competencia los yogures Larsa y fueron desplazando poco a poco a los de Garea. Lucila se lamenta recordando que: “una mujer en ese mundo machista de la época no tenía futuro”. Entonces se asocia con empresario mexicano para aportar capital y abrir nuevos mercados, pero al final no pusieron nada de su parte y Lucila se decidió por vender la licencia, la fórmula y toda la maquinaria de la fábrica a Feiraco, en 1987, que se inició así en la producción de yogures.

Lucila explica que toda la documentación histórica del Yogur Garea pasó a los nuevos compradores. La marca Garea era signo de trabajo artesanal, de la selección de las mejores materias primas y una garantía de sabor que triunfó durante décadas.

Fuentes: Charla con los hermanos Vidal Fraga. En la foto sentados: Eugenia, salustiano, Francisco y Enrique. De pie: Encarnación, Lucila y Socorro.

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