Opinión

¡Hasta siempre!

NO TUVE el honor de conocer a esa anónima mujer comprometida con la solidaridad. Un destino caprichoso nos suele privar de muchas cosas. Y, en este caso, no iba a ser menos. Ha impedido que en uno de los tantos cruces de caminos nos topásemos con ella. De compartir el privilegio de su experiencia. De escuchar el sonido de sus emociones. De beber por el mismo vaso que supone el estar inmerso en una misión humanitaria a miles de kilómetros de casa. De celebrar los logros y digerir algún que otro fracaso, que también los hay.

Por desgracia, esa remota posibilidad se ha esfumado. De entre todas las probabilidades de coincidir existía una entre un millón. Pero, la esperanza de que eso pudiese ocurrir estaba latente. A pesar de no saberlo, ahí se encontraba: a la espera de que algún día ocurriese.

Llevaba en Afganistán, en un modesto centro de rehabilitación, gestionado por la Cruz Roja, desde el año 2016. Un periodo de tiempo en el que todavía las duras condiciones, a las que obliga emplearse a fondo cualquier proyecto de cooperación en el exterior, no pasan factura. Lorena Enebral, de 38 años edad, se encontraba en un buen momento para saborear una nueva realidad, a pesar de su crudeza. Con sus virtudes y sus defectos. Buscando la forma de aprovechar el tiempo, al máximo, con el fin contribuir en la mejora del estado de otras personas.

En un territorio donde una esperanza enfurecida parece haberle dado la espalda a esa parte del mundo. Un lugar donde la muerte pasea por los pasillos de un centro sanitario sin ser vista. Así fueron los últimos meses de Lorena hasta que dos jóvenes utilizaron una pistola para, en milésimas de segundo, apagar la vida de quien trabajaba para que otros llegasen a ser visitados por la dignidad. Atentando contra una embajadora de la solidaridad. Asesinando a una cooperante casada con los derechos humanos hasta las últimas consecuencias.

Una entrega absoluta que practican miles de personas que se dedican a un sector cercado por las amenazas, los riesgos y los peligros, tanto para su seguridad como para su salud. La gran mayoría dejan atrás, momentáneamente en unos casos y definitivamente en otros, sus raíces con el firme objetivo de reequilibrar la balanza de las desigualdades, de las injusticias sociales y, de esta forma, ahuyentar la ferocidad de una pobreza que afecta a dos tercios de seres humanos en el planeta.

Lorena ha sido la última de las bajas registradas en el gran ejército de la solidaridad. Y el mejor homenaje póstumo que ahora se le puede rendir es continuar alistado en el frente de la cooperación con mayor determinación para cambiar el mundo. ¡Hasta siempre!

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