Opinión

¡La Xunta y cierra España!

Rajoy y Feijóo convirtieron el homenaje a Albor en una reivindicación de la vía gallega frente al desafío catalán, lo que muestra que para el PP fue clave salvarse en Galicia en 2016

MIS TIEMPOS de objetor de la Ciudad de la Cultura acabaron este sábado. Sólo había estado en el Monte Gaiás con motivo de la visita de la comisión de investigación del Parlamento de 2007, cuando aún no estaba abierta y se visitaba como lo que es, el objeto de un descomunal escándalo. Me dio tanta rabia que decidí que mientras pudiese, no volvería. Una vez me quedé en el aparcamiento esperando a un amigo de Argentina que quería verla. Era curioso porque The Guardian había citado en un reportaje una frase de un texto mío de La Vanguardia, del Gaiás como monumento a la burbuja y después me llamaron para otro de la revista Time, sin que sirviese de nada decirles que no era especialista en la materia. Sí lo es Llátzer Moix, periodista de La Vanguardia, que publicó en Anagrama el excelente libro ‘Arquitectura milagrosa’, sobre esta barbaridad y otras similares. 

Al no haber vuelto desde la visita de la comisión de investigación me perdí toda la polisemia de la Ciudad de la Cultura, que es un monumento a la burbuja, pero también al despilfarro del fraguismo’ a la incapacidad del bipartito para cambiar las cosas y al caciquismo informativo. Y, sobre todo, con ese agujero en el medio y sus vigas desnudas, constituye un homenaje al feísmo.

No creo que fuese el mejor escenario para el acto del sábado, en el que se homenajeaba a Albor por sus 100 años y se festejaba con la natural admiración que siga siendo el mismo de siempre como se vio en su discurso, todo con un añadido que acabó siendo el eje central. Se trata de la reivindicación frente al desafío catalán de la vía por la que repetidamente, con la única excepción de 2005, optaron los gallegos en las urnas, la de lo que primero fue el dominio de Alianza Popular, en combinación con el magma de los restos de UCD en Galicia, y de lo que a partir de 1989 pasó a ser la hegemonía del PP.

Conquistar la Xunta contra pronóstico en 1981, con Albor de figurante y Fraga de candidato de hecho, fue para el PP fundamental, porque no sólo le permitió adelantar por primera vez a la UCD y acceder así a un gobierno, sino porque sentó las bases para convertir una de las tres nacionalidades históricas en su gran feudo, con el que intentar compensar su endémica debilidad en las otras dos y mientras le cerraba el paso al nacionalismo.

En esa función de contrapeso y de cara a las turbulencias actuales para el PP resultó de nuevo clave conservar la Xunta en las autonómicas del año pasado, como se observó en los discursos del sábado, en los que Feijóo fue mucho más beligerante que un Rajoy de regreso de Barcelona, donde el viernes puso las cartas sobre la mesa al decir que "nos van a obligar a lo que no queremos llegar". Todo apunta a que se refiere a tener que tomar las medidas más drásticas posibles ante la desobediencia independentista, entre las que destaca la detención de Puigdemont, si es suspendido de sus funciones y si, como ha anunciado, no acata esa resolución. Se trataría de una bomba atómica política, de consecuencias imprevisibles, que Rajoy dice que le están intentando obligar a lanzar.

Se vislumbran tres escenarios en Cataluña. Uno resulta inviable a corto plazo, el de que se pacte un referéndum a la escocesa. Hay otro descartado en teoría, pese a ser la solución más racional, el de un nuevo encaje de Cataluña en España. Y queda así el actual, el de mantener las cosas como están, lo que empieza a tener grandes costes para las dos partes. Tanto en el escenario de una reforma del modelo territorial como en el del conflicto, para el PP tener la Xunta constituye un seguro, sobre todo si el PNV abandonase su línea pactista con los populares en caso de que las cosas se pongan aún más feas en Cataluña, lo que está por ver.

Bautista Álvarez, el profeta del comunismo patriótico

LOS periodistas María Xosé Porteiro y Xosé Perozo publicaron en 1981 un libro en edicións Xerais que es todo un tesoro, "Quén é quén no primeiro parlamento galego". Acabó teniendo, por ejemplo, el valor de contener la primera semblanza biográfica de Mariano Rajoy Brey. Eran poco más de dos páginas sobre el actual presidente del Gobierno, entonces un diputado del montón. Resultaba mucho más interesante en aquel momento el perfil de Bautista Álvarez, el patriarca de la Unión do Povo Galego (UPG), que falleció este sábado a los 84 años de edad.

En sus respuestas a Porteiro y Perozo el entonces diputado electo del Bloque Nacional Popular Galego (BNPG) por la provincia de A Coruña señalaba como un modelo político a Telesforo Monzón, consejero del Gobierno Vasco en la II República por el PNV y después uno de los fundadores de Herri Batasuna. Contaba como, en el represivo ambiente del Seminario de Ourense de los años 40, en el que se castigaba a los alumnos por hablar en gallego, "pola miña propia intuición cheguei á conclusión de que Galicia era unha nación". Sobre sí mismo decía que "predomina en min o sentimento, era un tanto místico, e son unha persoa moi coerente coas miñas crencias".

Ese paso por el seminario dejó un poso en Bautista Álvarez, que se expresaba en su oratoria, cautivadora cuando se desataba en entrevistas o en discursos, como ocurría en las asambleas de los buenos tiempos del BNG, en las que con su intervención en la sesión de apertura trataba de ejercer de contrapeso de Beiras ante la propia parroquia, dominante en el seno de la militancia del Bloque pero no entre los votantes. Y es que su tirón siempre fue mucho más para puertas adentro del BNG que para fuera, como si fuese una encarnación de lo que sucedía con la propia Unión do Povo Galego.

La militancia nacionalista de Bautista Álvarez se inició a través del grupo Brais Pinto en Madrid, donde llegó a estudiar la carrera de Filosofía y Letras que no acabaría, y en 1964 fue uno de los fundadores en la clandestinidad de la UPG, el partido comunista patriótico. Como su presidente entre 1977 y 2008 fue su rostro visible junto con el Francisco Paco Rodríguez.

La vida institucional de Bautista tuvo dos etapas. La primera sería lo que ahora se denominaría como rupturista, cuando junto con los otros diputados del BNPG fue expulsado en 1982 del primer Parlamento gallego por negarse a acatar la Constitución. Fue una decisión controvertida, pues se adoptó con carácter retroactivo, después de la aprobación del reglamento de la cámara. Pero también fue un error que el BNG, fundado en 1982 ya con ese nombre, pagaría caro, y la UPG también, con el retroceso electoral de 1985, cuando Bautista no fue elegido y sí entró Beiras, como único representante, lo que supondría el inicio de su ascenso como líder natural. La segunda etapa, la de la vuelta al Parlamento entre 1989 y 2004, fue más institucional, sobre todo cuando Bautista se incorporó a la mesa de la cámara. Tras su salida del Parlamento se produjo una vuelta a los orígenes, como conciencia de la ortodoxia del comunismo patriótico, hasta llegar a enfrentarse a la UPG por no publicarle un artículo. Pero seguía siendo el profeta de la UPG.

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