Opinión

Marín, nostalgias para el otoño

LLEGA EL otoño y uno se pone nostálgico. Recordar y pensar que tiempos pasados fueron mejores. Echo de menos aquel Marín de los años 60. Partiendo de cuando yo tenía 15 años. Estudiaba en el Laboral de A Cañota, barrio en el que yo vivía. Recuerdo a muchos compañeros de estudio con los que en la actualidad me reúno una vez al año en una comida de confraternidad, y como no, a compañeros de fatigas con quienes compartí aventuras, desventuras, y diversiones de la época. Ir al cine, ir a fiestas y verbenas, o a ligar y bailar en el Vergel...

Era un Marín muy diferente al de hoy. La mayor parte de sus gentes trabajaban en la mar, principal recurso laboral que existía. ¡Y como se notaba!. Entonces llamaba mucho la atención los marineros que se iban al bacalao y el dinero que traían de sus campañas. Siempre regresaban por Navidad. Después vendrían las flotas de congeladores. Seis meses fuera de casa. En tierra había otros trabajos. Gentes dedicadas a profesiones y oficios varios. El puerto era otra salida laboral.  Sobre todo coias. También trabajaban muchas mujeres en las descargas de cemento, teja, sal y carbón. Por aquel entonces la mujer tenía pocas salidas laboralmente hablando: aprender a coser, trabajar en las fábricas de conserva, servicio doméstico...  Su mejor futuro era casarse. Después estaba la lonja donde la mayoría también era mujeres que faenaban duramente, unas acarrexando caixas y otras lavando el pescado en unos frios pilones de piedra en la Lonxa Vella, donde, dicho sea de paso, mi madre se dejó la vida. 

El paseo por la Alameda, el fútbol y el cine eran los lugares de ocio y como no las tabernas y los bares. De éstos recuerdo yo: el Magariños (chiquiteo y tapeo); el Carballinés (vermú y café) el Colón (lugar de encuentro de populares jugadores de partidas a la hora del café); la cafetería Real; Tres Portiñas (chiquiteo); la trastienda de O Caixón (chiquiteo e viño pasa); Casa Viéitez (hoy Bar Umia), los cafés Lelé, Bar La Paz; La Navarra; La Palmera (frente a la Alameda, con sus buenas tapas de pulpo); O Porrón  de Cesáreo en el Busto; la tasca del señor Barcala, en la calle Caracol donde jugábamos al futbolín; el café Bar Ons, donde las parejas se pasaban las tardes declarándose su amor o haciendo manitas al tiempo que jugaban al parchís; el café de Tocho, muy concurrido por los marineros a su llegada a tierra o antes de salir para la mar... También recuerdo el bodegón de Jaime (frente a la capilla Evangélica), que preparaba unas comidas caseras de gloria...  

Todos estos bares y otros más que podríamos seguir citando fueron evolucionando y desapareciendo con los tiempos, pero dejaron la huella de un pasado que todavía muchos marinenses añoramos. Me quedan muchas tascas y tabernas en el tintero porque el espacio me lo impide. Les prometo próxima entrega.

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