Me pongo enferma

NO SÉ USTEDES, pero yo cada vez me enfermo con más facilidad. De hecho, me va a resultar muy complicado no enfermarme con todo esto del ﬁ n de semana pasado, ya saben, la tragedia natural más grave de Galicia de la última década, los muertos, las casas quemadas, los animaliños dejados de la mano de Dios. Me pone enferma ver mi tierra arrasada y a mis paisanos con lo puesto, pero más enferma me pone saber quiénes son los que hacen caja con la extinción y los que se reparten los beneﬁ cios de la desgracia colectiva. Porque no se crean ustedes que todo el mundo pierde aquí, no, eso sólo los enfermos y desquiciados, como el brigadista del mechero y el maquinista del Alvia. Tanto afectan a mi salud las cosas que suceden en el mundo que de un día para otro empiezo a manifestar síntomas de enfermedad sin causa aparente. Y una no puede llegar al médico y decirle que le duele el mundo, que se deprime por los daños inﬂ igidos constantemente a la tierra, o que le genera ansiedad la miseria humana, porque creerá que no sabe disfrutar de la sociedad Candy-candy y le quitará todos los mecheros del bolso. Total, que me acaba doliendo todo el cuerpo y, sobre los dolores y sus causas, ya hago yo mis diagnósticos. Entre otras cosas, dicen que tengo hipocondría, pero ya les digo que es más cabreo contenido que otra cosa. A pesar de la hipocondría, ciertos parámetros han cambiado en mí. Desde hace un tiempo, cada vez que me pongo enferma y siento la imperiosa necesidad de acudir a un servicio de urgencias para que me salven la vida, lo hago por mi cuenta y sin avisar a nadie. Con soledad y alevosía. Lo de ir sola a urgencias se parece mucho a beber. Una copita a solas al principio parece un signo de madurez e independencia, pero cuando la cosa se acaba convirtiendo en vicio y de la copita pasas a dormir tres noches a la semana en el hospital igual tienes un problema. Que no me ha pasado. Pero porque yo siempre he tenido mucho autocontrol y cuando veo que voy muy mal me pido un taxi y me pego una ducha fría.Dicen que tengo hipocondría pero ya les digo que es más cabreo contenido que otra cosa Me pone enferma ver mi tierra arrasada y a mis paisanos con lo puestoHace unas semanas, unas semanas indeterminadas, ni muchas ni pocas, acudí a Urgencias con uno de los problemas que menguan mi salud y que es casi siempre el mismo, y que tampoco voy a contarles porque bastante les cuento yo a ustedes para no conocerlos de nada. Que luego me encuentran en los bares y me dicen "pues tan mal no debes de estar para andar así a estas horas". Así que estaba yo allí sola, esperando a que me tocase una doctora con sensibilidad y más de tres minutos disponibles, una que me hiciese pruebas o al menos disimulase un poco que no me las hace, que cuando me llamaron y vi la cara de aquella señora me puse contenta, dentro de la gravedad de la situación, y confié mi vida en ella. Porque la cara de aquella doctora era de bondad absoluta o, como diría mi madre "parecía una Virgen". La doctora muy maja, majísima ella, me hizo un montón de pruebas, de las que salen gratis a la Seguridad Social, tampoco se vayan a pensar que llegamos a los rayos X o a la simple analítica, y mientras me auscultaba con su cara de Virgen torció el gesto y me miró con preocupación. La Virgen María mirándote con cara de gravedad acojona. "Uy, tienes un soplito en el corazón, ¿lo sabías?". Esto de hacer cuquis las cardiopatías ya me parecía demasiado y empecé a tener tantas taquicardias que casi me desmayo allí. La doctora, me mandó hacer un electrocardiograma y repitió varias veces "no por nada, pero por si acaso" que es algo que jamás le puedes decir un paciente.El electro me lo hizo un enfermero marica súper gracioso que parecía el mismísimo Jesucristo, porque Cristo era majo, que lo sé yo. Cristo me mandó de vuelta con la doctora, la única Virgen en la que yo creía y a la que estaba completamente encomendada, que leía con risita tonta los resultados de aquel papel lleno de isobaras. Después me dijo que no había signos de infarto, lo cual me alegró bastante porque me parecería muy injusto infartar veinte años antes que Rodrigo Cota. Dobló mucho la prueba y puso la mano en el diagnóstico que arrojaba la máquina mientras me decía que pidiese cita en el médico de cabecera y que, sobre todo, no leyese lo que ponía aquel papel porque "eran cositas de la máquina". Iba a morir, pero envuelta en azúcar. Muy obediente lo guardé en el bolso con las manos que me sudaban más que a mi madre cuando le presenté a José Coronado, y no lo leí. No por hacerle caso a la Virgen, sino porque temía que cualquier sobresalto precipitase el infarto. Al día siguiente, fui a la médica de cabecera que me repitió todas las pruebas y me dijo que no tenía nada en el corazón pero que el ruido era de la respiración. Acaba de librarme de ser paciente cardiológica y pasaba a ser paciente pulmonar. Así que eviten ir a urgencias y sobre todo, no lean noticias que les enfermen en la medida de lo posible. Que se nos colapsan las urgencias.

Opinión

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