Opinión

Vivir en hotel

SUELE SER coincidente la opinión de que para vivir cómodo, nada como la casa de uno. Así y todo hubo, hay y habrá gente que prefiere residir en un hotel, bien por holganza, comodidad o esnobismo. El caso de Julio Camba, que hizo del hotel Palace su morada los últimos trece años de su vida, con ser el más conocido no es el único, y aun así, cuando Dámaso Alonso le propuso un sillón en la Academia, el maestro de Vilanova de Arousa, objetó que prefería que le diese un piso para vivir. En su vuelta por los hoteles del mundo, Manu Leguineche cuenta el caso de una extraña viejecita que durante lustros se alojó en un cinco estrella de Hong Kong. Cada noche concretaba con el maitre el menú del caniche, siempre más caro y exquisito que el suyo. Refiere también que en un hotel de San Sebastián se asentó una peculiar pareja con el amante de la mujer y una perrita, que a diario recreaba por la Concha personal de servicio. Un día decidieron mudarse a otra estancia parisina, y no tardó en llegar el reproche a Donostia por la imprevista preñez de la mascota, sin su conocimiento. Solo exigían saber si de un perro plebeyo o de raza.

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