Opinión

Insultos y mala imagen

Pese a las normas de antiviolencia, los campos siguen llenándose de energúmenos que menosprecian a futbolistas y técnicos

La tensión también se vivió en el césped. En la imagen, Álex González, tras sufrir el golpe de Pastrana en el partido. J. CERVERA-MERCADILLO
photo_camera La tensión también se vivió en el césped. En la imagen, Álex González, tras sufrir el golpe de Pastrana en el partido. J. CERVERA-MERCADILLO

HACÍA BASTANTE tiempo que no pasaba por un campo de fútbol y no me hicieron falta mucho más de 30 minutos para darme cuenta de por qué había dejado de ir. Una vez más, y pese a encontrarme dentro de una cabina de prensa, lo que más escuchaba eran insultos y menosprecios a los colegiados, a los jugadores de uno y otro equipo e, incluso, a los entrenadores.

Vale que debe haber libertad de expresión. Yo no le voy a decir a nadie cómo ni qué tiene que opinar. Pero tampoco debemos faltar al respeto de los demás. Evidentemente, un jugador nos puede gustar más o menos. Incluso podemos estar de acuerdo o no con su actitud. Sin embargo, este domingo llegué a escuchar que Ibán Salgado debía "volver a su país en patera", o algo por el estilo. Además de perlas como "deben dejarlo en A Madroa con los monos". Puede que a las personas que dicen esas cosas no les parezcan insultos racistas, que se quieran hacer los graciosos ante sus compañeros de grada o... No lo sé.

Lo preocupante de todo esto es que puede que a su lado haya personas adultas, pero tres o cuatro asientos más allá habrá numerosos niños de seis, siete, ocho años o incluso más que son auténticas esponjas y están tomando estas actitudes como algo totalmente normal. ¿Qué generación estamos educando si en los propios campos de fútbol ven normal insultar a personas que no nos gustan o con las que no estamos de acuerdo?

Cada día me parece más horrible el ambiente que se vive en estos terrenos de juego. Supongo que como en el fútbol, esto sucederá en otros deportes. Aun así, jamás me ha tocado escuchar insultos tan bestias en un pabellón viendo fútbol sala, por ejemplo. Me preocupa, sobre todo, que los propios clubes no hagan nada con este tipo de energúmenos que semana a semana se sientan en sus gradas.

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