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Cosecha amarga

Título: BITTER HARVEST
Director: George Mendeluk
Reparto: Barry Pepper, Max Irons, Richard Brake
Cines: Abella
Calificación: 1/4

EN LA PELÍCULA de 1960 Kapò, de Gillo Pontecorvo, una presa judía se suicida lanzándose a la valla electrificada del campo de concentración en el que estaba prisionera. Pontecorvo hacía un travelling muy corto, de apenas tres segundos, y aproximaba la cámara al rostro de la mujer, encuadrando un contrapicado de gran belleza. Este recurso, tan sencillo y ampliamente repetido en la historia del cine, generó una discusión que todavía permanece viva: cómo representar lo irrepresentable. El Holocausto adquirió, en el imaginario popular, el punto máximo de crueldad en el sometimiento a un determinado colectivo. El travelling de Kapò provocó un artículo de Jacques Rivette titulado De la abyección, en Cahiers du Cinema, y la posterior sentencia de Jean Luc Godard de que "el travelling es una cuestión moral", condensando la ética del cineasta en el uso de la gramática visual. Posteriormente, Claude Lanzmann dejó algo así como un manifiesto en forma de documental de ocho horas titulado Shoah, con entrevistas a supervivientes de Auschwitz y a oficiales nazis que, por lo que se ve, sigue vigente.

Hace un par de semanas se estrenó La promesa, una película financiada por un magnate armenio-americano en la que se narra, utilizando los recursos más trillados del cine hollywoodiense, el exterminio del pueblo armenio por los turcos durante la Primera Guerra Mundial. Y esta semana, Cosecha amarga repite el mismo esquema, con los ucranianos como víctimas y los soviets haciendo de nazis.

En ese movimiento de placas que se está produciendo en el Este de Europa, Ucrania y sus aliados occidentales (EE.UU. al frente) reconstruyen una representación de su propio holocausto –denominado Holomodor y que mató de hambre a un número indeterminado de personas que oscila entre el millón y los diez millones– y lo visten con los ropajes de una superproducción dramática, con prisioneros en fuga, romance y valor patriótico. A Cosecha amarga se le ve tanto el cartón que no puede ser tomada en serio ni aún tratando un genocidio inhumano. Su interés en ganarse al público americano (y ya de paso al europeo) es tan evidente, que la inclusión estelar de un Stalin bigotudo eleva los decibelios en el volumen chanante de la propuesta.

A George Mendeluk, director y guionista de la película, la metáfora del travelling de Kapò se le queda pequeña. Lo suyo es, más bien, un camión grúa arrasando las tumbas de las víctimas, para conseguir el plano cerrado de una lágrima corriendo por el rostro de un niño ucraniano.

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