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Florence Foster Jenkins

Título: FLORENCE FOSTER JENKINS

Director: Stephen Frears

Reparto: Meryl Streep, Hugh Grant, Simon Helberg 

Calificación: 2/4

ES POSIBLE que uno de los orígenes de lo que luego se denominó cultura basura esté en la historia de la cantante Florence Foster Jenkins. Muy poco dotada para la música, esta mujer alcanzó cierta fama local en los años cuarenta cuando publicó su único disco en Nueva York; una selección que incluía arias de óperas de Mozart y Strauss, alternados con algunos delirios creados por ella y su pianista Cosmé McMoon. Foster Jenkins estaba convencida de que sus habilidades técnicas y su talento para la canción eran superiores a las de las grandes divas, pese a que tenía problemas evidentes con el ritmo y la afinación. Precisamente donde está la base del trash: en el error, en el accidente como estímulo de una nueva forma de expresión y democratización del arte. En el caso de Foster Jenkins, su condición de mecenas y benefactora de la alta cultura neoyorquina generó a su alrededor un grupo de aduladores que construyeron una burbuja de la que nunca pudo salir. 

Como Tim Burton en ‘Ed Wood’ (al que se le etiquetó como ‘el peor director de cine de la historia’), Stephen Frears proyecta su admiración por el personaje y por la pasión que transmite en todo lo que hace. Meryl Streep, actriz conocida por su meticulosidad a la hora de recrear a sus personajes, despliega su talento natural para encarnar a una cantante que se puso como objetivo vital llenar las casi 3.000 butacas del Carnegie Hall sin saber cantar. La película se preocupa más por embellecer el ambiente de la alta sociedad neoyorquina que por preguntarse por las posibles motivaciones de su ejército protector. 

Quizá el mejor representado sea el capitán de todos ellos, su esposo St Clair Bayfield (Hugh Grant), un actor y monologuista que vive entre dos casas y administra toda una pantalla de mentiras alrededor de la falsa cantante. St Clair resume la esencia de la película. La ambigüedad de la mentira piadosa como ejercicio sincero de amor. 

Florence Foster Jenkins’ se queda en una comedia amable cuando podría haber transitado por los oscuros caminos de la incomodidad, porque la historia real está sembrada de ellos. Su espíritu de divertimento confortable y de tragicomedia cariñosa le lleva por la biografía dulce y no por la amarga derrota de una artista incapaz. Stephen Frears modula un guión de Nicholas Martin en el que solo se le permite desafinar a Meryl Streep cuando se sube al escenario.

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