Opinión

Ser mujer para la FIFA

E l próximo sábado comenzará en Canadá el Mundial de Fútbol femenino y la FIFA está realizando a las deportistas pruebas de verificación de sexo para evitar engaños. Son exámenes que se realizan a ellas y no a ellos lo que evidentemente supone una discriminación. Y son pruebas que se practican a personas cuyos documentos legales expedidos por sus respectivos países certifican que son mujeres, deportistas que además llevan años participando como mujeres en las competiciones de sus respectivos estados antes de llegar a la élite mundial, con lo que la verificación del órgano rector del fútbol mundial supone una irracional sospecha sobre la actuación de los estados y de las respectivas federaciones nacionales.

Además, el sistema previsto no considera sólo la genitalidad para suscitar la sospecha o impulsar una denuncia sino cualquier anomalía en características secundarias -vello, musculatura, volumen de pecho o forma de las caderas de la persona- o en perfiles biológicos como el exceso de testosterona, que puede variar en una misma persona dependiendo de circunstancias coyunturales que viva. Son criterios que especialistas como Victoria Ley, responsable de Salud del Consejo Superior de Deportes, consideran “anticientíficos, destilan machismo y suponen humillación y discriminación para las mujeres”. Sobre la testosterona, por ejemplo, un estudio impulsado por el COI y realizado con miles de deportistas demostró que los porcentajes de mujeres con exceso de testosterona son equivalentes a los de hombres con déficit de esta hormona, sin que ellos tengan que pasar por el escrutinio ni se arriesguen a ser expulsados de los equipos masculinos por la carencia.

El de la identidad sexual es un asunto complejo que algunos siguen resolviendo con trazo gordo. Durante siglos la genitalidad determinó el sexo y condenó a mujeres a seguir viviendo en cuerpo de hombres y viceversa. Hoy sabemos que no son los atributos físicos ni los marcadores biológicos los únicos criterios válidos para determinar el sexo de cada individuo. Pero mientras lo lógico sería adecuar la ley a esta nueva realidad, algunos se empeñan en acomodar una realidad compleja a una norma simple y cargada de prejuicios. Puestos a hacer pruebas de verificación, la FIFA tiene materia con la que trabajar para evitar, por ejemplo, que dirigentes poco decentes -la mayoría hombres, por cierto- se instalen y prosperen en la cúpula de una organización que debería defender el juego limpio.

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