Opinión

Vanidad, omnisciencia y mentira

ES MUY pedagógico analizar el comportamiento personal de los políticos en las campañas electorales. Hablan como si fueran los poseedores absolutos de verdades totales. Siempre hacen análisis, según ellos, certeros como si fueran dogmas de fe que no se pueden contradecir ni variar. Todo lo saben, sus predicciones son tan certeras como las que hizo el astrónomo francés Pierre Simon Laplace en su obra titulada Introducción a la teoría analítica de las posibilidades, en la que afirmaba que "una inteligencia que conociese, para un instante determinado, todas las fuerzas que animan la naturaleza y la situación respectiva de los seres que la componen, si además fuese lo suficientemente poderosa para someter todos estos datos al análisis, abarcaría en una misma fórmula los movimientos de los mayores cuerpos del universo y los de los más ligeros átomos; nada le sería desconocido y tanto el pasado como el futuro estarían presente a sus ojos". Si esto fuera posible no hubiera habido revoluciones sociales. Hubiéramos vivido en un mundo perfecto, si estos políticos hubieran buscado la felicidad social. La felicidad de todos los seres humanos. Pero por desgracia sus fines son más reducidos y concretados en unos pocos sectores sociales y no en todos, y por eso emplean el engaño y la mentira, pues creen que con la verdad no se puede llegar al poder político. Como pensaba nuestro insigne Pio Baroja: "Siempre se engaña mejor a una colectividad que a un hombre". Y en la política electoral se trata de engañar a una colectividad, cuanto mayor mejor. Y para ello es necesario transmitir una sensación de que se posee la verdad política, que no hay posibilidad a la equivocación. Ante esta actitud, tenemos la obligación de recordarle a los políticos que la ingeniería social se asemeja a la ingeniería física, en tanto considera que los fines están fuera del campo de la tecnología y el análisis economicista, ya que éstos son unidireccionales y no pluridireccionales, es decir que tienen que alcanzar a todos y no a unos pocos.

Los poderosos nos han educado en el consumismo como determinante de la felicidad. Nos han aleccionado en la indiferencia y en la falta de solidaridad, y sobre todo en el famoso "ande yo caliente, ríase la gente". El poeta español José Ángel Valente definió perfectamente a algunos políticos en los siguientes versos que escribió en su obra titulada Poemas a Lázaro: " La mentira [...] En el centro de la ciudad/ están ( aunque su reino sea/ más odioso en el alma: son/ los mercaderes del engaño./ Levantan en la plaza/ sus tenderetes y sus palabras, pues son hábiles/ en el comercio de la irrealidad/ Proceden del sueño y también/ lo engendran a su vez".

Muchas veces al verlos actuar, interpretando su papel de omniconscientes políticos, te das cuenta, de la gran farsa que algunos realizan, que muchas veces están totalmente alejados de sus verdades proclamadas.

Lo malo es que aún no existe una asignatura obligatoria en el proceso educativo que enseñe a descubrir la técnica de la mentira, ya que lo importante es saber cosas útiles para defender nuestros derechos en la sociedad. Como razonaban Sancho y don Quijote en la genial novela de Cervantes: "Más has dicho, Sancho, de lo que sabes —dijo don Quijote—; que hay algunos que se cansan en saber y averiguar cosas que después de sabidas y averiguadas, no importan un ardite al entendimiento ni a la memoria"

Es necesario aprender a ver en el discurso, en las promesas políticas, lo que es verdad y lo que es manipulación electoral. Es necesario comprender que los políticos no poseen la omnisciencia y que su vanidad les puede llevar a la
mentira y al engaño para alcanzar los objetivos de poder, sin importarles que sus promesas sean posibles.

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