Opinión

Confusiones presentes y futuras

CUANDO SE escriba la crónica de estos años que sobrevivimos posiblemente se le podrá llamar algo así como “años de confusión, estupidez y empanada social”. Veo en los Medios (ahora convertidos en Extremos) la más grande noticia de estos días, la conversión de millones de personas en cazadores de dibujos animados utilizando como arma un móvil (el famoso móvil del crimen) y como no alcanzo a comprender los porqués ni entiendo esa enajenación colectiva por la captura de pokémons, me abstengo como un frustrado en segundas elecciones. Podría arremeter contra todos esos millones de seres abducidos por las pantallitas tachándolos de estúpidos o borregos, pero tengo dos problemas en ese punto: primero, mi absoluto desinterés por los juegos de ordenador me coloca en una posición de ajeno a la empresa lúdica y, por tanto, desautorizado para juzgarles; segundo, entre esos millones de ludopateros tengo amigos e, incluso, familiares. Pero sí creo que estos fenómenos de masas tienen un fin oculto, una especie de conspiración en la sombra que persigue alguna fuerza del Mal para controlar las mentes y, más importante, hacer negocio. Siempre nos queda esa sospecha de que todo lo que pasa tiene un lado oscuro.

El fenómeno Pokémon, que los grandes expertos dicen que durará mientras dure (aplicando conocidos sistemas filosóficos utilizados en los últimos gobiernos españoles), apareció justo cuando se conmemoran los 80 años del golpe de estado contra la última República Española que dio paso a una guerra civil. A estas alturas podemos dejar de llamarle alzamiento o cosas por el estilo. Ese es otro fenómeno que ha producido mucha literatura, mucho cine y mucha confusión; todavía hoy, 80 años después aparecen cosas que aclaran un poco la maraña histórica, como ese carnet de anarquista de un tipo tan característico como Paco Martínez Soria que fue hallado en los archivos dormidos. No hubo recuerdo ni conmemoración de una fecha redonda, sólo la 2 de TVE emitió una película del género heróico-cruzado como “El santuario no se rinde”, que ya era una porquería de película en el franquismo. Parece que nadie quiere recordar lo que fuimos; debe ser porque estamos confusos por demás con lo que está pasando.

El problema es si la ciudadanía está con ganas de volver a votar por tercera vez o se va de furanchos. El problema es que si hay una tercera vuelta va a coger a todo el personal cazando pokémons


Y lo que está pasando, además de los esporádicos islamistas terroristas, es Erdogan, un tipo con más peligro del que parece. El presidente-autócrata se encontró con un 18 de julio a la turca, que despachó en un instante. Los expertos de verdad hablan de un falso golpe de estado, promovido por el propio Erdogan, algunos basándose en hechos tan simples como las detenciones masivas; no se pueden detener en sólo un par de días a 6.000 militares, destituir a 15.000 funcionarios y 21.000 profesores y maestros si no se tiene antes una lista preparada. El embrollo turco es grande y producirá grandes efectos en el resto de Europa. Turquía es un país laico, con fuerte influencia constitucional del fundador Mustafa Kemal Attaturk, influencia que ahora choca con el aumento del islamismo de Erdogan; acusar a un clérigo moderado exiliado en EE UU que nadie conocía añade a la cuestión un componente religioso que siempre envenena el tema de fondo. Pero, además, Turquía es un país de la OTAN, con sus bases americanas y sus agentes de la CIA incluidos (muy raro que no detectaran un golpe que ni siquiera contaba con apoyos exteriores), es país candidato a la Unión Europea y puente natural entre Europa y Asia. Para redondear la confusión el presidente autoproclamado héroe nacional amaga con reinstaurar la pena de muerte, lo que equivale a una oposición frontal contra Europa. Quedan pendientes los flecos de las guerras disfrazadas que Erdogan lleva a cabo contra kurdos y sirios, y una supuesta variación de rumbo de Europa hacia Rusia. Demasiado embrollo. Pero en este gran embrollo nadie se acuerda de los refugiados que Europa le dio a guardar (¿recuerdan?) mientras todos los dirigentes europeos se felicitaban por ello y se hacían una foto. ¿Dónde quedarán ahora el millón de refugiados en un país que detiene a miles de turcos y advierte de un cambio en las reglas del juego con Europa? Son confusiones que se mantienen en el periodo de las hipótesis, un espacio de tiempo propicio para que los comentaristas y tertulianos aventuren sus especulaciones. El tiempo hablarán.

Como hablarán del gobierno la semana que viene, como decían Tip y Coll, después de las primeras jugadas que acabaron con Ana Pastor como pastora del Congreso. Es un pequeño paso para aclarar la confusión española, a la vez que liberan a la ministra de Fomento de varios marrones presentes y futuros (Alvia, Angrois, obras públicas que traerán problemas a medio plazo no muy lejos de nuestra costa). Pero ese pequeño paso, arreglado con el comodín de Ciudadanos (que igual sirve para PP que para PSOE) y el “little help of my friends” de las derechas nacionalistas, a cambio de una promesa de ayuda presupuestaria, no es más que lo previsto, como el nombramiento de Pío García Escudero como encargado de la cripta senatorial. Son protocolos que vienen en el prospecto de instrucciones, junto con el iPad, la cartera y las dietas. Lo importante —y confuso— todavía está por venir, y ahí hay que echar cuentas y caminar por sendas confusas. Es como un folletón por entregas con los finales pendientes: ¿Pedirá el rey a Sánchez que se abstenga? ¿Conseguirá Podemos que Sánchez vea la luz y se convierta a la auténtica izquierda? ¿Conseguirán salvarse nuestros héroes? y sobre todo ¿Cúando se come aquí? No se pierdan el siguiente capítulo. Para bien o para mal todas las incógnitas desaparecerán a primeros de agosto, cuando a todos los políticos les corre prisa por salir de Madrid a sus vacaciones. Ahí se despejará la incógnita del candidato y sus apoyos. Los números no cuadran y, a lo peor, volveremos a unas tercera parte de las elecciones, como el Señor de los Anillos. El problema es si la ciudadanía está con ganas de volver a votar por tercera vez o se va de furanchos. El problema es que si hay una tercera vuelta va a coger a todo el personal cazando pokémons.

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