Opinión

La teoría del "orsay"

AHORA LE LLAMAN “fuera de juego”, porque ahora, en el fútbol, se habla en fino y se le llama juez de línea al “linier” y se aprenden conceptos médicos como rotura fibrilar o contractura. Pero antes se le llama “corner” al saque de esquina y “orsay” al orsay. Eran palabras que venían del inglés, como el propio nombre del fútbol (balompié) El orsay se pitaba cuando el delantero rebasaba con ventaja al defensa, ya saben los expertos. Era una falta de posición, que, si la detectaban los árbitros, dejaban al delantero a culo pajarero, descubierto y penalizado, por listo.

Me vino la palabra al ver los periódicos de estos días con tanto personal cogido en orsay. Deben ser muchísimos más los que rebasan las defensas para sacar tajada de su posición privilegiada o, simplemente, porque iban lanzados y no se dieron cuenta de que estaban ya en el área. Por ejemplo, las clínicas dentales; mejor dicho, las franquicias que desparraman por el país clínicas dentales. A poco experto que fuera, uno debe darse cuenta de que tanta clínica, tanto negocio y tanta facilidad, trae cola. Acaban de trincar al dueño y señor de Vitaldent, en una operación dirigida, según la Policía, “contra la corrupción y la criminalidad organizada”. Palabras duras contra un negocio que vive de arreglar las bocas.

La operación (que todavía no tiene nombre) va dirigida contra el propietario de la franquicia y sus manejos, no contra las clínicas, que, a su vez son víctimas del sistema. La cosa consistía en obligar a las clínicas a cobrar en efectivo, sin recibo, y trasferirlo a la parte contratante para, después blanquearlo o invertirlo. Una vieja historia. El cobro en efectivo, el “cash”, es el procedimiento más tipicamente gansteril; después se lleva el dinero a un banco de cualquier país delincuente (los hay mismo en la Unión Europea, se va a Luxemburgo y allí no le preguntan si es dinero de la droga o de las ortodoncias).

Las clínicas dentales, “el dentista” de toda la vida, siempre estaban en un segundo piso, al que se subía con el alma encogida por el miedo al zumbido del torno (tengo amigos que, llegados al primer piso, dieron la vuelta y prefirieron el flemón al sillón del odontólogo); pero, un buen día, bajaron a pie de calle, se pusieron alegres y llamativas como una peluquería de señoras. Y ahí debieron empezar a sospechar. Es un cambio muy fuerte de concepto; no se va al dentista y se le dice: “Nada, sólo lavar y marcar”. La dentadura es cosa seria y cara. Y las facilidades y alegrías a pie de calle, son sospechosas. Junto con Vitaldent (Diente Vital) y Funnydent (Diente Alegre), cuyo propietario iba más allá y ya ni pagaba a sus trabajadores, el sector está en orsay. Y los clientes, fanados. Otras veces el orsay es una táctica, sobre todo en las faltas, cuando toda la defensa se adelanta y deja al que va al remate en terreno comprometido.

Acaba de ocurrir con Esperanza Aguirre, una mujer lista, que se adelantó al saque de falta y dejó a todo el equipo en orsay por su cambio de posición (en realidad no dimitió más que de su lugar en el área, pero sigue en el partido como “líbera” y portavoz municipal). Al PP le pasó como a las clínicas de arriba, se bajó al pie de calle y montó obras glamurosas para atraer a la gente que andaba con la boca abierta. Pero, claro, el cobro en cash, en una época en que ya se paga con el teléfono y se está experimentando en pagar con la huella dactilar o el iris del ojo, deja un rastro de sospechas con nombres propios, los que se encarga de poner la Policía y la Guardia Civil, y las obras glamurosas son un atractivo irresistible para el tridente atacante: políticos, constructores y bancos del paraiso.

A la ciclogénesis explosiva de imputaciones por corrupción en el PP responde la lideresa madrileña con un “yo-no-sabía-nada” imposible de creer, pero, por el momento, no demostrado. En ocasiones el orsay se ve mejor desde las gradas, o desde las cámaras ralentizadas de televisión, que desde el terreno de juego. El espectador se da cuenta de que hay jugadores en posición ilegal y le grita al árbitro. Por ejemplo, el banco chino ICPC. Los chinos, aparte de las variadas leyendas sobre su existencia en nuestro país, son los únicos inmigrantes que vienen con trabajo fijo, pero contratados por otros chinos exclusivamente. Y esa endogamia de jugar sólo con jugadores de la cantera levanta tantas sospechas como las clínicas o los políticos. Y un buen día, la Policía o Guardia Civil, que parecen ya una agencia de mudanzas con tanta caja y ordenadores que sacan para las furgonas, se presenta a ver que pasa con el dinero, el cash, que es el oscuro objeto del deseo de marcar en orsay.

Hay algunas otras jugadas de orsay de distinto pelaje. Unas felices y otras, polémicas. Por ejemplo de feliz, lo de la novia del papa Wojtyla, ese romance peculiar y humano (sin sexo, se apresuran las buenas gentes a matizar, porque las buenas gentes tienen el reloj de los pecados siempre parado en las seis de los mandamientos) que emparejó a Carol y a Anna Teresa en plan cámping con su canadiense y todo. La pareja se escribía cartas durante años, y la noticia de esa relación, conocida ahora, es un orsay sobre el canonizado más rápido del Vaticano.

Otras jugadas son más polémicas, como el escándalo de las buenas gentes sobre lo que dicen los titiriteros o el poema de una poetisa catalana o la peligrosa legislación sobre los sentimientos religiosos (el resto de los sentimientos, como el de la impotencia ante la injusticia, de momento, no están legislados). Son orsays más propios de gente que finje para la falta y tapar así el fuera de juego. O esa extraña jugada de la RTVE, que se niega a emitir un documental de la televisión francesa sobre el rey Juan Carlos, el hombre que más veces estuvo en fuera de juego, en orsay

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