Opinión

El centro, ¿espacio político propio?

LAS ENCUESTAS y sondeos en relación con las elecciones generales del 20-D vuelven a poner en el candelero la cuestión del centro político. Según parece, una mayoría relevante de los encuestados manifiestan su proximidad hacia políticas centristas.

La polémica, por enésima vez, servida. Que si es un espacio político con personalidad propia o si es un modo o forma de estar y de hacer política. Que si hay sustancia en el centro o es cosa, como ahora se dice, de postureo, o de marketing. Normalmente, quienes opinan que el centro es pura forma, un simple modo de hacer y estar en política, suelen decir que el centro en política constituye el punto intermedio entre la izquierda y la derecha: la pura y dura equidistancia. Es decir, si ciframos el espectro de las posiciones políticas de uno o diez y situamos en el uno la extrema derecha y en el diez la extrema izquierda, o viceversa, el centro ocuparía el cinco.

Sin embargo, desde este punto de vista, el centro no sería más que una posición política de naturaleza táctica, una estrategia para orientarse siempre, al margen de principios y criterios concretos, al sol que más calienta. Una forma de estar en política que antepone el afán de supervivencia a la solución de los problemas reales del pueblo. Ejemplos de ello están en la mente de todos, en una u otra orilla ideológica. Simplificando las cosas, se puede decir, desde una perspectiva etimológica, que la palabra ‘centro’ proviene del término griego ‘kentron’, que al latinizarse, ‘zentrum’, algunos derivan la palabra aguijón, que, como es sabido, se refiere a la punta del compás sobre la que se apoya el trazado de la circunferencia.

De esta manera, el término centro nos lleva, valga la redundancia, a ese punto ‘central’ del círculo del que equidistan todos los de la circunferencia; y, en la superficie, el punto del que equidistan todos los de la superficie. En efecto, esta imagen gráfica explica adecuadamente la complejidad de la realidad, la pluralidad inherente a la vida social y política y, sobre todo, la riqueza de las diversas posiciones posibles desde las que buscar soluciones a los problemas y asuntos de naturaleza pública que preocupan al pueblo.

En mi opinión, el ejemplo de la esfera, del círculo es mejor que la bipolarización de un segmento que dibuja la reducción del espectro político a derecha e izquierda, como si las posibilidades de ubicación ideológica sólo admitieran dos, o tres a lo sumo, opciones. Quizás por ello, tomar el centro sólo y exclusivamente como equidistancia de los extremos es aceptar la bipartición de la realidad, el pensamiento bipolar y, consecuentemente, el empobrecimiento vital de las personas y del conjunto de la sociedad que, en materia política sólo podría militar en un lado, en el otro, o en el punto intermedio.

Otra cosa es que, tristemente, estos reduccionismos ideológicos dan resultado, y mucho, en la contienda electoral, pues exaltan pasiones y sentimientos encontrado que encuentran eco en muchas personas. En fin, el esquema bipolar que representa la hegemonía de la tecnoestructura, en cualquiera de sus versiones y fórmulas, explica el intento deliberado de perpetuar este planteamiento ideológico por temor a la emergencia del dinamismo vital de personas libres y responsables, críticas, que piensan y actúan desde coordenadas abiertas y plurales. Algo que la burocracia dirigente prefiere ni plantearse, al menos por ahora. El reciente ejemplo de la forzada dimisión de una dirigente política estos días es la prueba de la hegemonía de esta forma de concebir la política.

El centro, desde este punto de vista, no representa equidistancia entre dos extremos. Tampoco es el consenso como única referencia porque el diálogo es un medio, magnífico, pero no un fin. El espacio de centro tiene personalidad propia, entidad y sustancia específica que, sin necesidad de encarnarse en un partido concreto, representa nuevas formas de pensar y actuar en política. El centro, pues, se realiza en la realidad, desde la razón y teniendo presente que el fundamento y la raíz de la política es la persona, su dignidad y sus derechos fundamentales. Sentadas estas premisas, el centro se practica desde el pensamiento abierto, la metodología del entendimiento y la sensibilidad social.

"Desde él se puede mirar a la izquierda, a la derecha, hacia arriba, hacia abajo, sin la rigidez impuesta por el tradicional segmento bipolar"

El espectro político, tradicionalmente definido por dos puntos y representado por un segmento, ahora, con la mirada de nuevos enfoques, se amplía y se define por tres puntos que, más que un segmento, expresan un triángulo con trasposiciones definidas y diferentes. Si seguimos con lo gráfico y aceptamos que tenemos definidos los tres puntos, los fundamentos de geometría nos permiten dibujar una nueva figura: la circunferencia. En ella, a diferencia del segmento, el centro ocupa una posición de apertura a todos los puntos de la superficie.

Desde él se puede mirar a la izquierda, a la derecha, hacia arriba, hacia abajo, sin la rigidez impuesta por el tradicional segmento bipolar. Esto explica que desde el centro no existen políticas de prejuicio ni de diseño, sino que desde la realidad pensando en la dignidad de la persona se buscan las mejores soluciones, vengan de donde vengan. Algo que para quienes conciben la política en términos de los nuestros, de los amigos, es imposible de entender. Qué pena.

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