Opinión

El centro táctico

LA CITA electoral del 10-N de nuevo vuelve a plantarnos la cuestión del espacio del centro. Algunos creen que están en el centro con su sola afirmación, otros intentan posicionarse en el punto medio de los extremos sin más consideraciones. 

El centro táctico, hoy tan de moda, lleva a los dirigentes que lo siguen a ubicarse entre las opciones políticas que se colocan en los extremos. Aquí es fundamental el cálculo y el posicionamiento. El centro que se origina de este modo es el centro que se puede denominar bisagra, con capacidad para orientar a sus preferencias por un lado u otro del espectro político. 

Otra forma posible de situarse en el centro de la escena política, también de carácter táctico, se puede denominar centro hegemónico, que es el que recoge posiciones tibias o moderadas de los diversos concurrentes a la confrontación electoral, acercando de este modo el voto de sectores de todas las tendencias. 

Otro centro posible, sobre la base del pensamiento ideológico sería el centro de compensación, en el que una fuerza política, ante el dominio hegemónico y perdurable de otra opuesta, desplaza su posición pretendiendo recoger votos de la otra. 

Estos "centros" políticos los denomino tácticos porque se establecen en el juego político del momento y son deudores de las posiciones políticas de referencia, ya que con respecto a ellas se establecen. Por cierto, los centros que estos días afloran, algunos interpretados por auténticos especialistas de la manipulación y el control social. 

Junto a estos centros tácticos, encontramos los falsos centros. Uno de ellos sería el centro como coartada. Se trata de la posición política en que se sitúan formaciones políticas extemporáneas, formaciones políticas que no encajan en el sistema, formaciones políticas de oportunidad, de programa y sin discurso, que se autocalifican pomposamente como partidos de centro. Se trata en este caso de políticos que se acogen a una supuesta indefinición del centro político, para adscribirse a él y librarse de la necesidad de elaborar un discurso o de dar cuenta de la propia situación política. 

Podríamos hablar también de un centro estratégico: el centro que busca el espacio en el que se producen las mayorías, el centro que se establece donde confluye el sentir mayoritario de la gente. Aun admitiendo las virtualidades que acompañan a esta concepción del centro no es espacio de centro propiamente. 

Desde mi punto de vista, el centro es un nuevo espacio político que se sustenta en una concepción del hombre, de la sociedad y de la democracia, deudora de los ideales ilustrados pero que pretende superar de algún modo las coordenadas del pensamiento de la modernidad, asumiendo sus valores, pero depurándolo de sus contenidos dogmáticos, hoy, por cierto, bajos nuevas formas, más vigentes que nunca. 

En este sentido, no está de más recordar que una de las expresiones que mejor definen las nuevas políticas, las políticas de centro, es la que afirma que el centro es o está en la persona. A mí me trae –con todas las matizaciones a las que haya lugar– resonancias de aquella expresión de Kant, el teórico de la Ilustración, cuando decía que nunca nuestras acciones han de tomar al ser humano como medio, sino siempre como Pero no la persona entendida como sujeto humano completo plenamente libre, autónomo e independiente, sino como individuo que se humaniza progresivamente a lo largo de su existencia con su compromiso libre a favor de sí mismo –de su libertad y de sus capacidades– y a favor de sus convecinos y conciudadanos. 

Comprometerse en una política así concebida, bien alejada de los postulados del oportunismo y de la instrumentalización hoy tan presentes, obliga a poner en ejercicio lo mejor de nuestra humanidad, hacernos humanos en el sentido más amplio de esta expresión, aspirando, de acuerdo con la pretensión socrática, a aquel conocimiento, a aquella acción, a aquella política, que son propias –las apropiadas– del ser humano. 

Por eso el centro es más, mucho más, que un talante o un estilo, es una forma o un modo de hacer y estar en política que se diferencia netamente de lo que tradicionalmente se denomina derecha o izquierda. El espacio de centro tiene personalidad y unas características que lo convierten en una posición política específica. Porque se mueve en el marco de la realidad, de la racionalidad, de la mentalidad abierta, de la metodología del entendimiento y de la sensibilidad social.

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