Opinión

La polémica sobre el centro

En tiempos de ideologías cerradas, de enfrentamiento y confrontación como el que vivimos, es lógico que resucite la polémica sobre el espacio del centro. Una polémica que se produce cíclicamente y que permite plantear el sentido de una forma de hacer y estar en política que muchos echamos de menos desde hace bastante tiempo.

Pues bien, la polémica política e ideológica en torno al valor del centro político tiene verdaderamente poca entidad. Se agota en descalificaciones globales que en realidad tienen corto alcance por más que ahora, en pleno asecenso de la radicalización ideológica todo lo que sea equilibrio o moderación sea descalificado, desde una orilla y desde la otra, como algo sin sustancia, sin valor.

En efecto, desde esos posicionamientos, que el centro sufre una indefinición ideológica de tal calibre que a la postre se ve reducido a una pura operación cosmética. Esta afirmación no puede tomarse en serio cuando se produce desde formaciones que están sufriendo en sus carnes, de la forma más sangrante, el zarpazo de una indefinición ideológica que las está privando de sentido. Me estoy refiriendo a la izquierda.

La historia de la desmembración ideológica de la izquierda, es sabido, arranca de su misma puesta en escena política, proceso por otro lado natural en cualquier proyecto que tome la confrontación de ideas como consustancial a su aplicación. Pero en las tres últimas décadas -como reiteradamente se ha recordado y se recordará- hemos asistido al hundimiento del "socialismo real»", referente ideológico permanente de la izquierda a lo largo de todo el siglo pasado, y con él a la consagración de la desorientación ideológica, por otra parte percibida por políticos e intelectuales desde hace mucho tiempo atrás.

¿Qué queda de la izquierda? Ante todo una genérica aspiración de justicia, que se mezcla demasiadas veces con una vaporosa tensión igualitaria, un discurso vago que puede devenir demagógico, una fuerte emotividad contra todo lo que considera ajeno y que define con el título genérico de "derecha". Y una historia. En su historia es donde la izquierda puede encontrar, a mi juicio, los elementos que más la dignifican desde el punto de vista político, pero también en la historia se encuentran, no lo olvidemos, los testimonios irrefutables de la locura que puede llegar a alimentarse en ciertos presupuestos de la izquierda.

Por otra parte, cuando se pretende conciliar la fidelidad ideológica a unos postulados puramente izquierdistas y la plena asunción de los supuestos democráticos liberales, el producto es una política de definiciones dogmáticas y de orientaciones erráticas, desnortadas, tal como actualmente las padecen, por ejemplo, los partidos comunistas que sobreviven.

¿Y la derecha? Como no sean en los aledaños extremos del arco político, no encontramos grupos que se atribuyan sin más la condición de "derecha", y menos que hagan una definición ideológica de su propia posición en cuanto tales, en cuanto pertenecientes a la derecha. Y cuando a veces se hace por parte de algunos, podríamos calificarla como lo que he llamado definición negativa. Es decir, en muchas ocasiones los que se definen como de derechas están diciendo, simplemente, que no son de izquierdas. Anotación esta que me parece de interés porque viene a coincidir con la definición de los izquierdistas, que consideran derechas cualquier cosa que se mueva que no esté en su bando.

Para mí esta última observación, relativa a la definición negativa de "derecha", viene a ilustrar la preeminencia ideológica ejercida por la izquierda. Pero esta preeminencia se ve amenazada precisamente por dos factores: uno, el quebranto ideológico de la izquierda; dos, la conformación de un nuevo espacio político, el centro, que rompe la estructura discursiva propia de las ideologías.

En fin, es verdad que hoy no corren buenos tiempos para la moderación y el sentido común en tantas actividades humanas. Por eso, partiendo de la personalidad política propia del espacio del centro y desterrando las visiones maniqueas y cainitas, hoy tan presentes, hemos de reclamar en la vida política mentalidad abierta, capacidad de entendimiento, sensibilidad social, compromiso con la dignidad humana. Justo los postulados de este espacio político hoy tan necesario.

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