Opinión

España sufre, y el Gobierno se esconde

El mensaje del Gobierno es equivocado. Mantener la cabeza enterrada y señalar otro lugar con el dedo no le va a servir de mucho a medio plazo. Ahora no es el momento. Pero llegará el día en el que todos tengamos que hacer balance

Me hago cargo de lo difícil que es gobernar en este momento. Afrontar una situación tan excepcional como ésta implica tomar medidas impopulares, porque la salud de las personas debe prevalecer sobre todo lo demás. Es un momento para gobernantes valientes, con altura de miras y visión de Estado. Todo lo contrario a un Gobierno que en medio de la crisis deja escapar a un ministro de Sanidad. La única causa que podría justificar el cambio del máximo responsable en medio de una situación crítica es que lo haya hecho manifiestamente mal, y que con su marcha se busque el bienestar y la salud de las personas. Pero no. El Gobierno, lejos de reconocer esto, tiene la desfachatez de decir públicamente que lo deja marchar por intereses electorales. Si estaba siendo tan buen ministro... ¿qué sería lo mejor para los españoles en esta situación?: ¿tener un buen ministro de Sanidad de todos los españoles o tener un buen candidato de los socialistas en Cataluña? No hay por donde cogerlo.

Las formas, en política, son importantes. Mucho más en un momento de incertidumbre y desconcierto como este en el que las personas tenemos la necesidad de sentir que hemos delegado las decisiones públicas en personas que se preocupan de nosotros. Al principio de todo, poco después de que Simón hiciera aquella profecía de que, a lo sumo, en España habría dos o tres casos diagnosticados, el presidente del Gobierno se apresuró a decir que asumía todo el mando y la responsabilidad. Pero cuando vio que luchar contra la pandemia implicaría decirle a miles de personas que tendrían que dejar de trabajar, y que las limitaciones a las libertades personales mediante un estado de alarma no se podrían mantener en el tiempo indefinidamente, se apresuró a delegar estas decisiones en las Comunidades Autónomas. Para, ahora, poder decir aquello de que "el que obliga al cierre, paga". 

En este sentido, tengo la fortuna de ser gallego. En el fondo, estoy contento de que el Gobierno se haya sacudido la responsabilidad y haya delegado estas decisiones trascendentales en las Comunidades Autónomas. En Galicia ha quedado muy claro que el presidente, pese a quien le pese, no tiene reparos en adoptar medidas que pueden resultar impopulares, pero que denotan valentía y altura de miras. La salud de los gallegos es la prioridad. Y los efectos sobre la economía se afrontan con diálogo y con la voluntad y actuaciones de la Xunta para compensar económicamente a los sectores afectados.

Tenemos un Gobierno que dedica todos sus esfuerzos a hacer campaña en Cataluña. Un Gobierno que parece haberse olvidado de que estamos en pandemia "porque de eso ya se encargan las autonomías". Y el resultado es un caos de medidas en un territorio cuya coordinación es de su responsabilidad.

El mensaje del Gobierno es equivocado. Mantener la cabeza enterrada y señalar otro lugar con el dedo no le va a servir de mucho a medio plazo. Ahora no es el momento. Pero llegará el día en el que todos tengamos que hacer balance. Y por mucho que se traten de repartir las responsabilidades, porque cuando la muerte y la enfermedad forman parte de la ecuación no hay balances positivos, esconderse no es una opción.

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