Opinión

Abrazos

LOS ABRAZOS son un arma de doble filo. Una empresaria británica confundió a un oriental de 22 años, con problemas de enanismo, con un niño de 6 y lo abrazó para la foto. La señora tomó a broma su confusión para convertirla en fenómeno viral y publicitar su marca de lencería. También Pablo Iglesias y Alberto Garzón se achuchan y brindan en el pacto del botellín, con sabor a Mahou. La imagen irradia optimismo, pero la espuma de la cerveza se agita con turbulencia en el seno de una IU temerosa de que el jabón que les da Iglesias la transforme en una volátil pompa. El pulso de intereses se extiende al futuro de la marca gallega de la coalición, En Marea, donde los personalismos pueden más que las estrategias ante las autonómicas. Aquí Podemos se sobrevalora y olvida que para hacer una Estrella Galicia antes hay que ir al campo a cosechar la cebada y su experiencia rural es más bien escasa. El abrazo político puede ser tan peligroso como el del pulpo. Corres el riesgo de quedar pasmado, como los dirigentes del PP de Lugo al ver como Feijóo colocó en puestos relevantes de la ejecutiva gallega a los afines a Raquel Arias. El congreso regional del PP fue una segunda vuelta de las primarias provinciales que dio la victoria a la delegada de la Xunta y obvió el apoyo de los afiliados lucenses a Elena Candia. El abrazo, como en el pacto de Vergara entre liberales y carlistas, oculta descontentos bajo la apariencia de tregua.

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