Opinión

La profecía

LA VIDA es una broma. Politólogos y encuestadores erran en sus pronósticos y observan como la tostada les cae del lado de la mantequilla. La ley de Murphy se cumplió en el Brexit y en las elecciones norteamericanas. Solo los guionistas de ‘'Los Simpson'’ adivinaron en tono de burla, hace 16 años, que Trump sería presidente de los Estados Unidos. La clase política y los mercados se echan las manos a la cabeza, sorprendidos, sin contestar la más sencilla de las preguntas: ¿qué hacemos mal para que la gente esté harta? «¿Cuántos oídos debe tener un hombre antes de escuchar a la gente llorar?» se preguntaba Bob Dylan en su mítica canción '‘Blowin’ in the wind'’. La respuesta sigue en el viento porque no quieren enterarse del desencanto ciudadano ante una globalización que iguala los sueldos por abajo. Auguraban también los guionistas de '‘Los Simpson'’ que Trump dejará el país en la bancarrota. Sus anunciadas inversiones en infraestructuras reactivarán la economía y son una vieja fórmula para repartir el pastel, pero conllevan el riesgo de aumentar una deuda nacional elevada. Elegir presidente o alcalde a un constructor es tan peligroso como colocar al Conde Drácula al frente del banco de sangre nacional. Decía Hegel que los grandes hechos históricos se repiten, a lo que Marx añadió que la historia se manifiesta como tragedia -pensemos en el periodo entre la crisis del 29 al fin de la Segunda Guerra Mundial- y retorna como farsa. En esta estamos.

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