Opinión

Maremágnum

LOS ESFUERZOS de Luís Villares para convertirse en líder de consenso y patronear el partido instrumental En Marea, más allá de su papel como portavoz parlamentario, chocan con múltiples intereses. Podemos dejó claro que mantendrá su identidad, que en Galicia está definida por un torbellino de fricciones entre cuatro corrientes. En Esquerda Unida, como bien dice Eva Solla, unos tienen al PC como partido y todos a EU como frente plural. En Anova no comparten el mismo criterio el grupo de Antón Sánchez y el encabezado por Martiño Noriega. Algunos clásicos de Cerna están en su salsa en el lío. Por si no fueran ya suficientes mareas para tan pocos marineros, la Atlántica, a la que atribuyen la filtración de la solicitud de Villares de chófer y secretario al equipo coordinador del maremágnum, se une a este clima de discordia. Algunos de sus ideólogos, al estilo de los déspotas del Siglo de las Luces, tildan a Villares como un candidato rural. Quizá su paso por el juzgado de A Fonsagrada juegue en su contra. Puede que la marea de Lugo, esa ciudad con acervo cultural agrario, no merezca la consideración de corriente urbanita. Tan peregrino argumento provoca sonrojo. Solo falta que lo critiquen por tratar de poner sensatez. Esos ‘politólogos mareantes’ deberían considerar la reflexión de un dirigente del PP lucense tras un reciente triunfo electoral. «As eleccións gañámolas os boinas, os malos. Imaxina o que pasaría se foramos bos». Cosas del denostado mundo rural.

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