Opinión

Politiquilla

NO IBAN desencaminados nuestros padres cuando nos decían que hay que saber de todo un poco. Siempre puede ser útil para el día de mañana, aunque caiga en fin de semana. Aprendimos a leer, a hacer tortillas sin huevos e incluso trucos de prestidigitación. Para esto último basta con una baraja, pero se pueden usar tornillos, ovejas o diputados. Ya se sabe que el oficio político está muy apegado a lo digital en su versión más tradicional, la del dedazo. Después de barajar las afinidades de sus señorías durante un tiempo suficiente para levantar expectación, el prestidigitador saca sus cartas. Si no son del gusto de la mayoría de la platea se abre una nueva ronda para repetir el espectáculo. La segunda vez, el prestidigitador con más apoyos confía en que le den el sí, convencido de que los espectadores están aburridos y desean tomarse una cerveza. Todos dicen que no quieren repetir el juego por tercera vez, pero el escaso entusiasmo por evitarlo de los dos principales actores del juego levanta la sospecha de que esperan otra oportunidad para captar más triunfos en detrimento de sus noveles competidores, que se vetan mutuamente. Prefiero creer esta estrategia que imaginar a viejos y nuevos como irresponsables que mueven la escalera para que nadie encienda la luz. Más que política, estos señores hacen "politiquilla", como definía esa guerra de trampas e insultos nuestro inolvidable compañero Elías Ferreiro con clarividente maestría.

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