En este 28-M de democracia y votación conviene recordar que España no es racista. Y no lo es en los términos expresados por Lula da Silva, que en su legítima defensa de Vinicius no está para dar lecciones universales de ética y moral tras sus oscuras sombras judiciales y carcelarias. El caso Vinicius ha marcado la última semana de campaña electoral, pero de ahí a flagelarnos con acusaciones de racismo generalizado en nuestro país hay un trecho que no admite demagogias. Cierto que como en todos los países de nuestro entorno, y en muchas otras partes del mundo como Brasil, en España hay episodios racistas como el reseñado del fútbol. Pero vivimos en una nación acogedora, donde la población inmigrante se acerca a los 6 millones, a los que hay que sumar al menos medio millón sin papeles.
Por eso cuando se saca a pasear en campaña electoral o sin ella el racismo, se requiere cierto rigor y al mismo tiempo contemplar el problema de la inmigración ilegal sin que ello signifique asociarla irremediablemente, salvo en casos probados, con la delincuencia. Al mismo tiempo, no debemos dejarnos poseer por la hipócrita cultura electoralista y oportunista de lo políticamente correcto, porque de lo que se trata es de ponderar con equilibrio el problema global del racismo.
En España, por razones que a nadie se le escapa, la inmigración y el racismo se usan como arma política. La deformación de la realidad está al orden del día, de modo que se tiende a instrumentalizar políticamente ambos aspectos que influyen en la convivencia social. Cuando se entrecruzan los caminos de la política, el deporte y el racismo, hay riesgo real de que descarrile la razón. Enseguida se culpan unos a otros, como si realmente todo el problema de España fuera el hecho concreto del racismo y no otros de sobra conocidos y testados. Porque en verdad hay asuntos objetivamente tan o más prioritarios que requieren de medidas urgentes más allá del afán propagandístico y electoralista.
La injusticia social y deportiva con Vinicius se viene produciendo desde que el futbolista brasileño comenzó a ser desequilibrante y decisivo. Es cierto que su fogosidad le perjudica, pero resulta intolerable y ofensivo que haya detenciones seis meses después del episodio del muñeco vejatorio colgado en los prolegómenos del derby madrileño. Del mismo modo que es insultante el comportamiento permisivo de la Federación, la Liga, el Consejo Superior de Deportes y la Fiscalía hasta que las prisas electorales tras la tangana valenciana televisada han activado una respuesta policial e institucional a los excesos contra Vinicius que claramente han perjudicado al Real Madrid.
Difuminar corruptelas como el caso Negreira mientras no se castiga en el campo mediante el arbitraje y el VAR la persecución madridista de Vinicius es un exponente más que sobrevuela al propio delito de odio y trasciende los intereses político-deportivos.
Se supone que habrá muchos aficionados, sobre todo culés, en desacuerdo con este razonamiento tan necesario como equivocado pudiera parecer. Pero en el fútbol español y mundial hemos visto cosas que nos helaron la sangre, todas tan graves como la corrupción política.
El propio partido de Mestalla es un ejemplo claro de manipulación de la verdad a través de las imágenes del VAR, como demuestra el despido fulminante de varios árbitros y el levantamiento de la expulsión a Vinicius. Pero no basta con una sobreactuación de campaña en la que algunos se apoderaron del caso para cargar y culpar al rival político o a Florentino. El odio subyace en el ejercicio de la política cuando la doble vara de medir se usa judicial y policialmente según sean el momento de conveniencia, el perjudicado o el atacado.
España no es un país racista ni rencoroso, pero si es una nación decente que no olvida la sangre derramada, la mentira o el doble rasero con el que frívolamente se distinguen los ataques a las sedes de uno u otro partido o las corruptelas de una u otra formación. La tardía actuación de la Fiscalía, los silencios administrativos, deportivos, políticos y federativos mientras esa Fiscalía gubernamental archivaba denuncias por los ataques a Vinicius dejan en muy mal lugar las garantías de nuestro estado de derecho y a quienes lo consideran de su propiedad. Del mismo modo que confeccionar listas electorales con terroristas denigra nuestra generosa democracia.
Por todo ello, en este 28-M de democracia y votación no debemos dejar que nos pueda la pasión de los colores como sucede con el fútbol. Se imponen la conciencia y la libertad de elección como formas de ejercer la democracia. Se imponen la verdad sobre la mentira, la eficacia gestora sobre la propaganda, el bien común municipal y autonómico sobre el engaño colectivo del partidismo.
Votar es hacer justicia más o menos poética cada 4 años con nuestros gobernantes. Y sobre todo, votar es exigir de nuestros alcaldes, concejales, presidentes y consejeros autonómicos que nos devuelvan con su buen hacer la confianza que hemos depositado en las urnas.
¿Sentimiento de culpa?
El presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, olfateó la que se le venía encima con el caso Vinicius tras haber mirado durante mucho tiempo para otro lado. Enseguida convocó a la prensa sin preguntas, pero todos saben que Rubiales es especialista en hacerse el sueco con Vinicius, Negreira o el propio caso Piqué.
Aún no se ha esclarecido el asunto de las comisiones con el excapitán blaugrana para llevar la supercopa millonaria a Arabia Saudí cuando Rubiales salta de escándalo en escándalo sin que su gestión sea un éxito en la Federación o los resultados de la selección nacional acompañen. Destituyó a Lopetegui como seleccionador tras anunciarse su contratación por el Real Madrid, y ha sido relacionado con las trampas del arbitraje y del VAR y penalizado por su presunto antimadridismo probarcelonista.
La prensa y sus enemigos tradicionales como Javier Tebas son muy críticos con su manejo del caso Negreira y los pagos arbitrales susceptibles de beneficiar al Barça que la justicia sigue investigando. Y Florentino Pérez le hace directamente responsable de "no poner freno al desamparo e indefensión de Vinicius" y, por tanto, del Real Madrid.
Guerra de guerrillas
El también polémico presidente de la Liga Nacional de Fútbol Profesional, Javier Tebas, no estuvo afortunado al contestar muy airado a Vinicius en las redes poco menos que culpándole en plan paternalista y mandón de dejarse "manipular sobre el reparto de competencias en casos de racismo y deporte", que es verdad que no recaen en la Liga.
Tebas también es de los que, si puede, se mete en todos los charcos, de forma que los políticos brasileños le han "linchado públicamente" por poner el foco en el jugador madridista en vez de defenderle.
Javier Tebas es tan polémico como Rubiales, y de todos es sabido la guerra de guerrillas que ambos mantienen históricamente. Tebas no se esconde, pero también es acusado de presuntos cobros e intereses por asesorar a equipos que le convierten en "no idóneo para liderar la Liga".
Es famoso por ser partidario de censurar a periodistas, por sus ideas extremas y por ser investigado por la agencia tributaria, a la que tuvo que pagar con un préstamo de la Liga. Personó a la Liga como acusación particular en el caso Negreira, mientras que el Real Madrid lo hizo a título particular como club.