No es que estemos padeciendo únicamente una burbuja electoral. Más bien nos está devorando la burbuja electoral. La izquierda pija de chalet, coche oficial y ropa de marca ha quemado su penúltimo cartucho con la vivienda. Y Joan Laporta ha entrado en campaña con el victimismo propio del separatismo rupturista y demagogo. Sólo falta Florentino Pérez, ese ser superior, pidiendo el voto para Enríquez Negreira. Pero en cierta manera estamos sometidos a una gran burbuja política hiperactiva que roza la esquizofrenia peronista.
Laporta ha tirado de argumentario recurrente para culpar a los demás de sus propios errores. Poco menos que el Barça no tiene nada que ver con el pago de más de 7 millones de euros a Negreira y su hijo por informes inflados que ponen bajo sospecha los arbitrajes proculés. La culpa es de la Liga y del Madrid, "el equipo del régimen", que viene a ser el mismo recurso que usan en la Moncloa cuando encienden el ventilador para culpar de su ineptitud y negligencia a la oposición, las comunidades autónomas, Franco, Primo de Rivera y los jueces.
El Real Madrid ha recurrido a un vídeo en el que el pasado del FC Barcelona queda retratado cuando el Generalísimo hizo posible el Nou Camp y el Barça fue salvado de la bancarrota por el "régimen franquista" con tres sendas recalificaciones, algo que le vendría bien al llamado Sancho Panza culé para sanear las cuentas de un equipo endeudado hasta las trancas. Ese victimismo que bebe en la fuente del independentismo carece a estas alturas de partido de credibilidad y sólo muestra la debilidad de un discurso populista.
Pedro Sánchez se fue a un mitin a Valencia, autonomía que puede perder el 28-M, a anunciar un plan de 50.000 viviendas, ampliado después en 43.000 más, que la prensa, el sentido común y la oposición han desmontado en lo que dura una firma de hipoteca. Entrar en detalles no merece la pena, porque la precipitación propagandística de la necesidad electoral demuestra que la reputación de Sánchez hace aguas. La ley de vivienda es intervencionista con los alquileres y carece del consenso necesario porque el PSOE la pacta sólo con sus socios comunistas, separatistas y proetarras, tal y como hizo con la chapucera Ley del sólo sí es sí. Ahora, Sánchez hace pucheritos y pide perdón por la excarcelación de más de 100 violadores y la rebaja de condenas de 1.000 delincuentes sexuales tras presagiar que el mundo libre imitaría semejante aberración legal hecha por ideólogos marxistas aficionados a pasantes.
El PP prioriza proteger a las mujeres y los menores dándole aire al PSOE, que se ha visto obligado a aceptar las enmiendas de los populares, pero corre el riesgo de que el sanchismo lo haga corresponsable hasta que la modificación no retroactiva aprobada en el Congreso sea efectiva porque mientras vamos a seguir asistiendo a un goteo constante de beneficios penitenciarios.
Podemos decir, por tanto, que la burbuja electoral es una burbuja elec-total consagrada a la campaña continua que nos espera hasta diciembre. El sanchismo quema las naves de la oferta y la demanda para lograr movilizar a su electorado mientras Feijóo pisa con pies de plomo para evitar la cacería de la Moncloa. También el PP ha improvisado su propia ley de vivienda al tiempo que se defiende de los ataques gubernamentales. Es el caso de los regadíos de Doñana, a 30 kilómetros del Parque Natural que Sánchez visitó parea hacer novillos en la votación de la reforma de la ley antifeminista. Es el caso de los impuestos, porque los españoles ya pagamos el tipo medio de IRPF más alto de la historia. Es el caso del recorte de las pensiones con el llamado escrivazo. Es el caso de la presidencia semestral de la UE que la Moncloa oculta a la oposición para rentabilizarla electoralmente. Y es caso de la marca blanca del sanchismo que ha puesto en marcha Yolanda Díaz bajo la denominación de origen Sumar. Una operación que tiene en guerra a la izquierda de cara a las municipales y autonómicas de mayo, que puede terminar en catástrofe con las generales y que el tezanazo ha multiplicado como panes y peces en su PCR imaginario.
Las chicas de Pablo Iglesias (Yolanda, Irene e Ione) se dicen de todo menos bonitas. Y el folletín follonero se está convirtiendo en un reality político de estéril sustancia. La disputa interna de la multicoalición Frankenstein demuestra el grado de negligencia que gobierna España, sometida a la presión del comunismo radical y la nostalgia republicana. De nuevo la visita del rey emérito se ha usado para enfrentar a Felipe VI con Juan Carlos I, para dividir a la sociedad fomentando el frentismo y para distraer al personal con un debate ficticio que no está en el ánimo de la sociedad española. De lo que se trata es de situar en el relato la vivienda, la monarquía, la confrontación entre ricos y pobres y la expendeduría a dedo del carnet de demócratas. Todo para no hablar del paro más alto de la UE, la okupación, el intervencionismo gubernamental, el asalto institucional, el caso Tito Berni/Eres y otros asuntos que no le interesan al poder establecido.