Opinión

Carta a Arcadio Silvosa

Querido amigo Arcadio: el año 2023 ha empezado mal para quienes te conocíamos. Te has ido para siempre. Sin remedio. Te escribo esta carta desde el corazón, desde el sentimiento íntimo de la amistad, desde los lazos hondos del compañerismo y el compromiso profundo con esta profesión nuestra tan sometida al escrutinio de lo público, como la política.

Tú que te asomaste formalmente al otro lado, sabes de lo que hablo. Nos conocimos cerca de tu pueblo de San Xiao de Mos (Lugo), en unas fiestas de Castro Riberas de Lea, cuando este paisano de Mosteiro trabajaba en la Cadena Ser de Madrid, y tú entrabas desde Radio Lugo con aquellas historias de interés humano que contábamos en Así es la vida, el programa que le tosió a Encarna de tarde, en la Cope. Nos conocimos muchos años antes de que tu hijo Juan naciera; cuando tú y Teresa erais novios.

Y debo decir que desde entonces nos hemos respetado como periodistas y como personas, que es lo que cuenta por encima de cualquier otra consideración. En aquellos entonces, siendo aún jóvenes, me pareciste mucho más gallego que Ánxel Fole, de esos que ciertamente son inescrutables en la escalera y fuera de ella. Recuerdo tu fino sentido del humor, tu retranca socarrona e inteligente, tu humanidad oronda y tu facilidad para hacerte querer. Me enseñaste a ver la profesión desde el lado bueno del periodismo que, como en la política, es el de las distancias cortas de lo local, donde todo empieza y todo acaba.

Arcadio, paisano, siempre fuiste en el amplio sentido de la palabra un ser humano transversal, lo que no todo el mundo puede decir. Y esa es tu gran victoria, la del prestigio que tu huella deja como legado en el periodismo gallego. Recuerdo cuando me hablaste de una amiga leonesa que vivió en tu casa mientras trabajaba en radio Lugo. Me dijiste que hablara con ella cuando se trasladó a Madrid como jefa de prensa de Zapatero, y así lo hice.

Y después nos sorprendiste a todos con un cambio inesperado en tu vida: fuiste concejal del PP y empezaste el culto al cuerpo hasta que te sorprendió a la vereda del rio un traicionero ictus, derrame o accidente cerebrovascular, que dicen las distintas crónicas de tu obituario. Recuerdo cuando íbamos a comer a Casa do Labrego en Bahamonde, cuando te presenté a mi entonces novia Isabel, cuando quedamos contigo en Beira Miño de Xustás para contarte que esperábamos un hijo y mientras llegabas decidimos llamarle Álvaro.

Recuerdo cuando venías a Madrid a radiar los partidos del Breogán, porque tu gran pasión era el deporte. Recuerdo cuando te fuimos a visitar a tu casa restaurada de San Julián después de tu peregrinaje por distintas residencias durante 10 años de sufrimiento, sin una mala palabra, sin un mal gesto, sin la autocompasión de los derrotistas.

Recuerdo cuando llamabas por sorpresa porque hablar contigo era imposible, y tus silencios gritaban a voces el sufrimiento acumulado. Te recuerdo y recordaré siempre como un ejemplo. Como gran pionero del periodismo lucense, como un todoterreno de radio, prensa y agencia. Lo que se dice un periodista y un amigo completo. DEP, Arcadio. Y ojalá tengamos pronto un premio de periodismo que lleve tu nombre.

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