EL CHACACHÁ del tren se ha convertido, como lo del policía infiltrado en el movimiento okupa secesionista, en un gran chiste nacional. Que un proyecto de 260 millones de euros sufra un retraso de varios años porque las medidas de las locomotoras exceden el alto y ancho de los túneles de Cantabria y Asturias sobrepasa la simple incompetencia para terminar siendo la burla general de un Gobierno poco talentoso que borda la propaganda y el populismo ideológico pero fracasa estrepitosamente en la gestión.
Y lo que es más grave, que el populista Revilla y el socialista Barbón lleguen a la campaña electoral con esta parodia de vía estrecha delata la intención electoralista inicial. Los ceses pactados en Renfe y Adif para salvar cabezas políticas no reparan el ridículo, del mismo modo que no repara el daño ni la alarma social esa modificación exprés de la ley del sólo sí es sí que ha puesto en libertad y rebajado condenas a cientos de delincuentes sexuales. El Gobierno más feminista de la democracia ha causado un daño irreparable a las mujeres que fueron víctimas de agresiones sexuales.
Y el chacachá del tren que versionó El Consorcio empieza a descarrilar en cada acto, cada acción y cada discurso gubernamental, empezando por el presidente Sánchez y su tropa de mocedades, asesores, ministros y socios. Ya no es el tren de la fresa sanchista, el tren de su realidad virtual y mundo paralelo, sino que es un trenecito fake que derrapa sin rumbo ni destino.
España cogió este fin de semana un Ave a los Goya que se celebraron en Sevilla. Se anunciaron previamente Sánchez, Feijóo y resto de intérpretes de la gran pantalla española. El cine es cultura, pero de doble rasero, como la política actual. El cine es compromiso pero con doble ética y moral, como ese socialcomunismo emergente que nos terminó gobernando por decreto.
Ya tendrá tiempo Feijóo de que los de la ceja le silben cuando sea presidente del Gobierno, aunque Sánchez se vaya de rositas con su dopaje de ayudas a la cinematografía militante. El bochornoso aperitivo a los Goya lo puso Almodóvar en los premios Feroz de cine, donde además de denuncias por agresión sexual, vimos un alegato sobre la sanidad pública por parte de quien es cliente de la sanidad privada.
En la víspera de los Goya, algunos actores/directores como Juan Diego Botto, llamaron a la manifestación de Madrid por la sanidad pública de hoy, que en realidad parece una manifestación instrumental contra el PP, Feijóo y Ayuso. Toda una declaración de intenciones y de parte sin exigir ninguna responsabilidad al resto del arco parlamentario ni al Gobierno central, porque de lo que se trata es de mantener viva la huelga de la atención primaria hasta las elecciones de mayo.
Lo que se lleva ahora no es aquel No a la guerra de antaño tan extralimitado. Ahora se llevan unos titiriteros desmemoriados que olvidan la mentira política, el blanqueo de los herederos de Eta y los golpistas condenados e indultados, la okupación sistemática de las instituciones, los ataques a la Corona, los jueces o los empresarios y las zancadillas a la separación de poderes. Ahora hay que distinguir la ficción de la realidad aunque con Sánchez la realidad siempre supera la ficción. El trenecito sigue rumbo a las urnas con peligro de accidente, mientras el Ave a los Goya convirtió los Cinco lobitos en bestias del ecosistema sanchista. Como gallego debo decir que no me he sentido ofendido por Rodrigo Sorogoyen en su película As bestas. Pero si me ofende la gente del cine que ningunea a directores taquilleros tipo Santiago Segura para entregarse a la arenga política, como suele hacer el gran Almodóvar desde que acusó a Aznar de un golpe de Estado en bulo clamoroso. Nadie le niega al director manchego sobrado talento y haber creado un estilo propio reconocido en todo el mundo. Pero será de justicia decir que desde Garci a Trueba y Amenábar hay una larga lista de grandes del cine que no ejercen la mendicidad intelectual hipócrita para emocionar con sus películas, guiones e interpretaciones.
El chacachá del tren prueba que Renfe y Adif sabían desde hace un año y medio que los trenes no cabían por el túnel de la verdad, lo que aún contamina más al Gobierno de la regeneración y la supuesta transparencia. La locomotora de Sánchez va perdiendo fuerza poco a poco, si bien para algunos maquinistas resulta incomprensible que pese a todos los cadáveres dejados en las vías muertas de España siga teniendo un colchón de alrededor de 100 escaños. Las encuestas son como desplazamientos de cercanías, como bonos basura al portador del CIS. La alta velocidad no es para Feijóo, quien sabe que se llega antes viajando despacio que apurando la locomotora política y electoral. Pero el chacachá del expreso de Moncloa viaja sin control a toda prisa en busca de la estación de permanencia en el poder. Aunque bien mirado, todo se empequeñece y carece de sentido, todo pierde importancia vital ante el devastador terremoto de Turquía y Siria.