Opinión

Diez días que estremecieron al PP

Defunción de un proyecto fallido que arrastra a los populares hacia el abismo. Feijóo coge el segundo Ave a Madrid
Feijóo y Ayuso. AEP
photo_camera Feijóo y Ayuso. AEP

CUANDO el periodista estadounidense John Reed publicó en 1919 ‘Diez días que estremecieron el mundo’estaba dando un testimonio tan fiel como afín a los acontecimientos de la Revolución Rusa de octubre de 1917. Reed compartía los ideales comunistas, y asistió en persona desde Rusia a la caída del régimen zarista que alumbró la dictadura del proletariado leninista y la posterior República Socialista Federativa Soviética de Rusia. Aquel marxismo-leninismo revolucionario degeneró en terror, y más tarde en estalinismo bolchevique totalitario puro y duro. La revolución terminó aterrorizando a la población desde un estado déspota y tirano con el nefasto resultado de penuria y sometimiento que la Historia testimonia. Algo que recuerda mucho a la guerra contra Ucrania del tirano de la KGB. Cuando alguien escriba en España los ‘10 días que estremecieron el PP’, tendrá que haber estado dentro de la sede de Génova para contar con fiabilidad testimonial de cercanía lo que realmente ha pasado en esta voladura incontrolada del principal partido de la oposición llamado a liderar la alternancia a las izquierdas dentro de la democracia constitucional española. Por supuesto que el libro no puede estar escrito ni prologado por Casado, Egea o Ayuso, que tendrán derecho a contar su versión, aunque sí lo puede firmar alguno de sus leales colaboradores como Pablo Montesinos, periodista antes que político. Si alguien se pregunta el porqué de este paralelismo ideológico tan contradictorio, aclaro desde ya que obedece a la moralina que encierra el fracaso democrático de la Revolución Rusa y la actual Rusia y la añoranza que Putin tiene de la vieja URSS al desatar la invasión de Ucrania. El partido que resulte de los ‘10 días que estremecieron el PP’ no puede ser un intento fallido y transitorio que someta a los militantes, votantes y españoles al engaño revolucionario de un cambio con el que manejar al pueblo soberano para seguir siendo oposición. Los ‘10 días que estremecieron el PP’ tienen que servir para redefinir y reinventar un nuevo partido serio y alternativo, con ideales y principios sólidos que aglutinen y sumen bandos, familias y objetivos para volver a Moncloa. No se hace una revolución contra el supuesto zarismo cainita fratricida para volver a los errores cometidos en estos "10 días que estremecieron el PP", y que también han conmovido a España acabando con la prometedora carrera política de Pablo Casado. Se supone que hemos asistido a la revolución popular para dar respuesta a los españoles frustrados con el socialcomunismo dividido entre el no y el sí a la guerra, para vencer la desesperanza que causa el sanchismo podemita y sus pactos radicales del insomnio a la mitad de España. La finalidad del PP debe ser gobernar para todos más que desalojar a Sánchez y sus socios desde el odio que éstos practican. La revolución de lo ‘10 días que conmovieron el PP’ debe servir para sentar las bases de la reunificación de los populares en torno al liderazgo fuerte de Feijóo que derrote en las urnas democráticamente sin falsos eslóganes ni propaganda al llamado Frankenstein gobernante.

Ahora toca curar las heridas que deja en las alas de la gaviota el paso del violento huracán desatado por una revolución sin claveles. Los ‘10 días que estremecieron el PP’ no sólo se llevan por delante a Casado y Egea, sino que han convertido la ventaja de las encuestas en una fuga de votos que los populares tardarán en recuperar. El autoescrache popular recordaba demasiado a aquel Rodea al Congreso, y deja un poso de fracaso al dilapidar esa posición de ventaja por una lucha interna de poder tan incalificable como traicionera y desleal. El grado de ensañamiento desatado entre Génova y Sol, con Moncloa bajo sospecha, puso a las claras las carencias bisoñas de un proyecto que nació averiado tras aquel parto amañado de la moción de censura y la salida desvencijada de Rajoy. El título del libro mariano ‘Política para adultos’ se ve que no destripaba sólo las carencias de los emergentes que rompieron el bipartidismo. No. También hacía la autopsia al cadáver prematuro de inexperiencia juvenil que un día hizo llorar a Sánchez, y por supuesto fotografiaba el infanticidio en el que ha perecido el PP de imitación a las primarias con el que Casado accedió a la presidencia de su partido a costa de Soraya y Cospedal. También ahí había una guerra a muerte que se saldó con ambas mujeres derrotadas ante un victorioso e ilusionante Casado. Ahora ha sido él la víctima ante la lógica y la heroína del kilómetro cero, su amiga del alma, su compañera de travesía desde el anonimato de las Nuevas Generaciones hasta el estrellato de la política senior. Nadie niega a Casado la condición de buena persona, y por eso se le ha concedido una salida digna que, siendo como ha sido la batalla, ente hermanos, se antoja en términos políticos una alegoría dolorosa de tragicomedia autodestructiva. Su renuncia a presentarse es un salvoconducto al congreso de abril para despedirse sin humillación.

Isabel y el reloj de Sol

43 AÑOS, y un ascenso meteórico. Díaz Ayuso no tiene prisa y sabe que su sitio está en Madrid, tal y como ha reconocido tras la guerra de todas las guerras internas del PP. Antes de aspirar a la canonización como Santa Isabel de Moncloa, tiene que poner en hora el reloj de la Puerta del Sol, cuyas campanadas desafinadas han atolondrado el tictac genovés. La presidenta madrileña debe sortear primero a la Fiscalía Lola y acceder a la presidencia del PP madrileño para consolidar en lo que le resta de legislatura su perfil de gestora en la Comunidad. Nadie duda de que su liderazgo y arrastre políticosocial es oro en paño a preservar por el PP antisanchista. Isabel surgió de la corazonada de Casado y ha terminado siendo un valor seguro para el PP. La juventud de Ayuso le permite esperar como ha esperado Feijóo, y consolidar su leyenda en espera de que el líder gallego logre la Moncloa. Los ataques monclovitas y mediáticos a Ayuso en pandemia se han quedado pequeños ante la artillería genovesa. Eso la convierte en víctima y heroína de la resistencia, en arma electoral para aspirar a ser la presidenta mujer en España cuando acabe la era Feijóo.

Alberto y el Ave a Madrid

LISTO, Listo, preparado, con un olfato político y un oficio fuera de lo común a la altura del marianismo más gallego y sofisticado., pero con estilo propio. Menos retranca, pero más pegada. Paciente, liberal, sin populismo extrovertido, pero con carisma suficiente para plantar cara al sanchismo y reconstruir al mismo tiempo lo que queda de la sede popular que no trasladará. Alberto Núñez Feijóo coge el tren de la segunda oportunidad tras rehuir la sucesión de Rajoy por razones misteriosas que escapan al entender y la lógica. Pero ahora le toca, porque el PP y España le necesitan y porque suscita respeto y tiene liderazgo. Feijóo genera confianza dentro del partido y atesora una proyección nacional que sólo Ayuso puede disputarle desde la condición de la baronía autonómica. Alberto Núñez Feijóo ensancha el electorado por el centro, del mismo modo que Ayuso lo agranda a la derecha. Y juntos, cada uno desde su sitio, "a vaquiña polo que vale", pueden hacer un tándem ganador imbatible en las urnas para la izquierda socialcomunista. En 10 días una solución, en un mes unidad y fortaleza popular. Cuando toque, posibilidades de victoria