Opinión

El traje de España

PARECE SER que era un traje, pero de baño. Porque llamar traje a lo que se pone la Pedroche en Nochevieja, reconocerán que es tirar por lo alto, consolidar el exceso y elevar las expectativas del pret a porter a niveles inalcanzables. Esa es la primera parte del debate: la de lo físico, la del aspecto, la de las transparencias, la del continente... La segunda parte, la del contenido, es una reflexión profunda sobre por qué en España nos detenemos en la anécdota de las uvas y las campanadas en vez de abordar lo que verdaderamente importa. En la transición de 2016 al 17 hay mil asuntos prioritarios. El primero y fundamental es la lucha contra la amenaza del terrorismo yihadista. A ese reto no escapa España, que además tiene que afrontar el desafío separatista y la consolidación de una estabilidad política, económica e institucional acechada por el asalto del populismo que ha rentabilizado el famoso bloqueo.

Pero no. Aquí el tema fundamental de debate y chascarrillo es el vestido de Cristina Pedroche, una chica guapa que prioriza el amor y el estómago, y que además de ser pareja del dueño del restaurante vanguardista Diverxo, presume de castiza y de aborrecer a los votantes del PP. Mal hecho, porque si bien pidió disculpas, la mayor parte de la clientela de su David Muñoz del alma no vota a Podemos salvo muestra del mundo al revés como en Cataluña: que la burguesía adinerada y de derechas se ponga al frente del proceso separatista liderado por la izquierda. Y ahí estaba Cristina, compañera de profesión y fácil de trato, castamente bella y fotogénica, de procedencia indignada y sanas curvas, sin trampa ni cartón ni pelos en la lengua, y al parecer sin bisturí conocido que le haya metido mano. Pedroche volvió a llevarse la campanada del tañido atolondramiento con su bañador ajustado previo régimen de turrones y polvorones. Eso le proporcionó cotilleo en redes y tertulias, movimiento de tráfico en internet y el morbo de una sociedad distraída por el frío helador y el desamor de Pablo e Íñigo. Porque Mariano a lo suyo, y en el PSOE no están ni se les espera.

El caso es que a la Pedroche le colocaron un cocinero de pareja que vigilaba de reojo a la compañera despelotada. De forma que lo de Cristina y Chicote se pareció a una verdadera pesadilla en la cocina con uvas de postre y ración de mirada para el de los fogones y unos pocos españoles. Sólo le faltó a la Pedroche cantar por Antonio Molina aquello de "cocinero, cocinero, enciende bien la candela y prepara con esmero un arroz con habichuelas". Ahora que nuestro país arranca un año de enormes retos y desafíos, para algunos lo esencial es saber hasta dónde puede llegar Pedroche con su vestuario minimalista. De las transparencias al bañador como hecho consumado de 2016. Y en el 17 será fácil que acuda al bikini wonderbra como arma de superación, o directamente al desnudo integral bajo la eterna capa de Ramón García. Ese sería un buen epílogo para la chica llana de Vallecas que ascendió al cielo de la fama ligera de ropa pero con predicamento de pecado original en el infierno caldeado de Nochevieja.

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