Opinión

La España que estorba

Viaje por los significados de la política española en pleno siglo XXI. En la obstrucción puede estar la penitencia
Sánchez y Feijóo en el Senado. EFE
photo_camera Sánchez y Feijóo en el Senado. EFE

Estorbar es un verbo medianero que separa y dificulta, que nos hace retroceder y no nos deja avanzar, que mira al pasado en vez de al futuro, que nos reprime en el empeño obligatorio del interés general, que nos aleja del bien común y de la búsqueda de la verdad, que nos enoja con el bienestar colectivo e igualitario. Estorbar es un verbo de zancadilla, de rechazo a la mano tendida, de soberbia, demagogia y poca fortuna democrática. Estorbar es sinónimo de populismo, del no es no, de predisposición destructiva y negación a la alternancia. Estorbar es un verbo autocrático, de déficit social, de presidencialismo y cordón sanitario. Eso es estorbar si se emplea en sede parlamentaria, porque estorba quien se pone en medio, quien sopla y sorbe a la vez, quien hace como el perro del hortelano porque ni come ni deja comer. No estorba quien ejerce legítimamente la oposición a la vez que ayuda a sacar leyes del Gobierno, del mismo modo que no estorba quien ejerce el poder. O sea que estorbar no es plegarse al rodillo, comulgar con lo contrario de lo que defiendes, traicionar los principios y valores de los ciudadanos que te han votado. No estorba Feijóo ni estorba Sánchez, del mismo modo que no ofende quien quiere sino quien puede. Es decir, que no estorba quien no ha venido a insultar, sino que estorba quien insulta la inteligencia de los españoles.

El primer cara a cara parlamentario en el Senado de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo dejó esa sensación de estorbo a la construcción conjunta, esa resta que dificulta la suma de España, ese precipicio que hay entre el socialcomunismo y el liberalismo de centro-derecha. Quizás Sánchez se expresó mal y quiso decir "bastante me ayuda quien no estorba", si bien muchos senadores presentes en el control de la Cámara Alta pudieron pensar que "al mal segador, la paja le estorba". Dice también el refranero que "a quien soledad quiere, todo le estorba", aunque no deja de ser un sarcasmo en boca de quien se blinda en la calle y se aísla en Moncloa. No olvidemos que "en donde la fuerza sobra, hasta la razón estorba" bien entendido que más al contrario... "el que no sirve, estorba".

Queda muy claro que la España que estorba es la que disiente, la que no piensa igual, la que ofrece otras ideas distintas a las tuyas. La España que estorba viene a ser la suma de la derecha y la derecha extrema, esa que defiende la monarquía parlamentaria y constitucional frente al mal llamado régimen del 78. La España que estorba es la que critica los pactos, la que está en contra del adoctrinamiento educativo y mediático, la que se opone al pensamiento único, la España que deplora el clientelismo subvencionado y consagra la preparación y el mérito del conocimiento.

La España que estorba es la que rechaza la excarcelación de presos etarras o los indultos a golpistas. Esa es la España que estorba, la que defiende la rebaja de impuestos, la que padece el atraco energético de la inflación, la que protesta contra el sistema Frankenstein y alza la voz contra el chantaje de los socios del poder. La España que estorba es la que pregunta por el uso del Falcón, la que pide transparencia, la que reclama austeridad y clama contra el derroche ministerial y de asesores. La España que estorba es la que pregunta por Pegasus, la que se levanta contra el espionaje de Estado, la que discrimina a quienes no votan lo que tú quieres, la que afea la gobernanza por decreto ley, la que ve la igualdad hombremujer como una necesidad de los tiempos y no como ideología electoralista de género.

La España que estorba es la que no se deja someter, la que denuncia la corrupción de conjunto y no solo la corrupción ajena para esconder la propia, la que rechaza la criminalización de la Corona y condena el destierro a un emérito que se ha equivocado, pero trajo la democracia que vivimos.

La España que estorba es la que pide verdad y honestidad frente al engaño y la mentira, la que reclama gestión efectiva ante la propaganda y el márketing, la que quiere saber el número real de muertos por covid y no distingue entre las mascarillas de unos y otros, la que no se deja monitorizar y rechaza tanto el bulo oficial como el bulo crítico de las redes. La España que estorba es la de la tolerancia y la convivencia, la de la unidad territorial, la España comprometida con la realidad plural y verdadera.

La España que estorba es la que pacta a derechas e izquierdas, la que no da crédito a la frivolidad diplomática con Marruecos y Argelia, la que respeta el diálogo social, la que integra, la España transversal donde no sobra nadie. La España que estorba es la de la eficiencia y no la de la retórica vacía, esa España donde el rival es enemigo y a la oposición ni agua, ni fondos, ni nada. La España que estorba es la del 25 por ciento de clases en castellano, la que se queda petrificada cuando escucha que "los golpistas no están en la cárcel gracias al Gobierno". Sí, estorbar es un verbo con muchos significados, un "palabro" robado a la razón que retrata un sentir y una forma de hacer política, la prueba de que al mal cocinero le estorban otros sabores y recetas.

Otra vez las cacerías

En plena campaña electoral andaluza hemos sabido que Hacienda investiga al emérito por recibir cacerías, presuntamente, como regalo tras su abdicación. Ahora la Agencia Tributaria quiere que Juan Carlos I justifique quién pagó los vuelos y los gastos derivados de las monterías a las que acudió desde 2014. De hecho, al Rey emérito se le reclaman por vía administrativa todos los recibos y operaciones entre 2014 y 2018. O sea que tras el archivo de todas las investigaciones fiscales de las que fue objeto, al Rey padre se le vuelve a perseguir ahora con vuelos y gastos, justo lo que se dificulta con el Falcon y otras cosillas reclamadas por la oposición. Se entenderá, por ejemplo, que por razones de seguridad un presidente del Gobierno puede usar el Falcon a discreción, si bien no quede debidamente justificado para actos de partido, que no son cacerías, aunque sirvan para cazar el voto. El Rey ha suspendido su segundo viaje a Sanxenxo desde Abu Dabi, pero se encuentra con esta nueva "traba a sus visitas a España" que huele a "castigo y persecución".

Nadal I de Francia

Rafa Nadal se ha vuelto a coronar rey de Roland Garros, y las palabras, elogios y reconocimientos se han agotado. Pero lo cierto es que el tenista español estuvo acompañado en su victoria por Felipe VI, el verdadero titular del reino de España. En la república francesa no son muy amigos de monarquías, sean o no absolutistas. Pero el chauvinismo galo se ha tenido que tragar 14 trofeos de un español en la corte de la Torre Eiffel. Ahora le aplauden y veneran, pero en su momento intentaron mancharle y frenarle con denuncias infundadas de dopaje. Incluso ahora L’Equipe duda de las inyecciones de Nadal para dormir los nervios de su pie lesionado. Pero los franceses en general ya no ven como un estorbo a Nadal, porque nuestro mejor deportista de todos los tiempos no solo vence, sino que convence. Nadal es la referencia de los principios y valores de la élite del pueblo, que es donde habitan los mejores sea cual sea su procedencia. Nadal es un buen ejemplo a imitar y seguir, un orgullo nacional que pasea España por el mundo. Nadal I de Francia y segundo de España.