Opinión

La cacería de Ayuso

El fenómeno de la ayusomanía como respuesta a la madrileñofobia política. Todos contra Ayuso hasta el 4 de mayo
Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado. EFE
photo_camera Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado. EFE

La política española se ha convertido en un gigantesco meme de todos contra Ayuso. Por no recurrir al tópico de Manolete, terminarán culpándola de la muerte de Paquirri, pero nunca de una faena cumbre con vuelta al ruedo y salida triunfal por la puerta grande. A Díaz Ayuso se la ha tratado como una maletilla de la política. La han despellejado la oposición y la hoguera mediática como si fuera la bruja de Sol, la hereje del coronavirus a merced de la Santa Inquisición española resucitada por los mismísimos desenterradores de Franco. Pero ella, desde la convicción más profunda y sacando de la flaqueza raza política, desde la humildad y el tesón de quien empezó desde abajo, si me apuran hasta desde la propia imprudencia negligente de quien no tiene miedo al pelotón de fusilamiento, ha creado una marca propia que amenaza el discurso de sus rivales políticos y la hegemonía nacional de la izquierda atrapada en todas sus complejidades societarias de radicalidad.

A Díaz Ayuso le pueden adjudicar el asesinato de Kennedy del mismo modo que la acomodan en la insurgencia democrática trumpista aquellos que pactan con etarras y con esos golpistas para los que la Abogacía del Estado prepara el indulto. A Ayuso le pueden colgar de la conciencia los 107.000 muertos reales de la pandemia que el mando único no reconoce. Y hasta la pueden responsabilizar de la mortandad de las residencias que el ex vice social a la fuga rehuyó hasta el final. Si se descuida terminará siendo ella, y no Simón, la que dijo que en España apenas habría contagios. O incluso las terminales del márketing tratarán de colocarle en campaña la cuarta ola cuando fue Sánchez quien dio por vencido al virus a lomos del eslogan "Salimos más fuertes". Como esto siga así, Ayuso será la culpable La cacería de Ayuso del populismo socialcomunista, de la patada en la puerta a lo Corcuera en fiestas de guardar, y de los ataques mordaza a la libertad de prensa de los que EE.UU. acusa al Gobierno del estado de alarma perpetuo.

Sin embargo, con Isabel Díaz Ayuso no funcionan las nasas del feminismo ideológico ni todas esas trampas de propaganda destructiva que le van dejando por el camino sus poderosos enemigos. Porque Ayuso no tiene complejos y ejerce de mujer liberal curada de espantos en un territorio machista dominado por la mentira masculina. Con Ayuso no funciona el meme prefabricado de la incompetencia ni la publicidad engañosa destinada a levantar expectativas infundadas de falta de liderazgo. Porque ella puede presumir, como Núñez Feijóo, de haber ido por delante en la gestión de coronavirus, con sus aciertos y con sus errores, pero siempre buscando lo mejor para Madrid con iniciativas pioneras como los hospitales de Ifema y Zendal; siempre compaginando los intereses sanitarios y económicos de los madrileños que se sintieron perseguidos por la politización autoritaria del confinamiento con el 155 pandémico y otras decisiones arbitrarias. Con Ayuso no funcionan la táctica ultra de la extrema derecha de Colon ni el boicot del socio ciudadano hoy pani-Aguado por el fracaso de la operación mociones. Porque Santa Isabel del kilómetro cero tiene el carisma y esa identidad liberal-conservadora que da luz a lo público y la convierten en un referente de resistencia y reconquista para el PP. Puede resultar insólito y en cierta manera increíble, pero Ayuso está tocada por los dioses del milagro político, por la varita mágica de la suerte que un día hizo posible la carambola impensable de Pedro Sánchez.

El humor de los españoles es ingenioso, en ocasiones refinadamente original y auténtico, hasta el punto de convertir internet y el propio debate de campaña electoral en un contenedor de memes tan sabios como reveladores. Tradicionalmente, la sociedad se identifica con la víctima de la cacería porque los ciudadanos siempre se ponen del lado del débil. Y a Díaz Ayuso se la ha percibido desprotegida ante las campañas inmisericordes de desprestigio que le han montado en los despachos de las conspiraciones. Sin embargo, lejos de adoptar la actitud victimista tan usada por el separatismo ilegal condenado, se ha procurado una coraza de gladiadora que le da imagen de reducto ideológico del centroderecha bajo un amplio paraguas que va de Ciudadanos a Vox y que orbita en torno a la referencia del PP como fórmula más segura de regreso al bipartidismo de la gobernanza segura sin hipotecas. Ese es el valor de Ayuso como factor determinante de contribución al liderazgo popular de Pablo Casado. No olvidemos que por encima de las miserias y envidias de la política fue Casado quien confió en Ayuso, en Almeida, en Moreno Bonilla, en López Miras, en Fernández Mañueco, y por supuesto en el predicamento de Feijóo. A la vista de cómo transcurre la política española, da la impresión de que tras la orfandad del PP por la pérdida del Gobierno y del congreso traumático del relevo, los populares tienen un equipo titular de figuras reconocibles tanto a nivel autonómico como nacional. Y eso es un capital político de enorme importancia de cara a la batalla electoral que se avecina cuando, resuelta la contienda de Madrid, se marque en el calendario la convocatoria nacional.

El futuro de Iglesias 


En Moncloa desconfían de la espantada de Iglesias. El sanchismo considera que, ahora más que nunca, está en manos de Podemos. La candidatura de Madrid es un invento con el que pretende estar sin estar, mandar en la sombra tras liberarse de "un cargo vacío inventado para la ocasión que solo ha gestionado propaganda". En el propio PSOE saben que Iglesias tiene un horizonte judicial con casos delicados de financiación como Neurona que complican su huida y esa delegación voluntaria y voluntariosa del liderazgo podemita en Yolanda Díaz. El culto al feminismo diseñado para el relevo del Gobierno tuvo su momento culmen en la presentación que Sánchez hizo de la remodelación tras el diseño de Iglesias. Con el márketing publicitario de Producciones Moncloa, Sánchez volvió a caer en la trampa del moño urdida con redecilla por Iglesias con la promoción de Díaz y Belarra. Así que se plantó en la escalinata de Moncloa rodeado de sus mujeres para hacer suyo el discurso feminista y dijo: "Somos el único gobierno del mundo con cuatro mujeres vicepresidentas". Pregunta: ¿Es un logro de excelencia o un escaparate de igualdad?

Varapalo por la libertad 


Que las libertades se han visto confinadas en tiempos de covid es un hecho objetivo que muchos hemos denunciado repetidas veces. Y que la libertad de prensa se ha visto atacada y amenazada desde la coalición gubernamental es una realidad que hasta la administración Biden, que no la de Trump, no puede pasar por alto. El informe demoledor del Departamento de Estado norteamericano que enumera los múltiples ataques a medios y periodistas críticos por parte del Gobierno de Sánchez e Iglesias ha caído como una bomba en Moncloa. Dicen que Iván Redondo le ha leído la cartilla al secretario de Estado de Comunicación cuando ambos son culpables. Y también a la ministra de Exteriores, más preocupada por agradar al régimen bolivariano que por la diplomacia con mayúsculas que ha de preservar la imagen internacional de España. Con la complicidad de asociaciones como la Fape, siempre protestando poquito para no enfadar al poder afín, la prensa española garantiza la verdad y las libertades pese a la mordaza mascarilla que Moncloa le ha colocado aprovechando la pandemia. Un tic autoritario, por no decir totalitario, impropio de una democracia avanzada.

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