Opinión

La carretera

A LA carretera le han cantado Miguel Ríos, Prince o Julio Iglesias. Hay poesía y prosa sobre la carretera y una novela memorable de Cormac McCarthy titulada 'The Road' (La carretera) que se llevó el Pulitzer de ficción en 2007. La carretera es motivo de creatividad y profundas pensadas, un símbolo de aventura hacia lo desconocido que también quiere atrapar a parte de la política española. Si todos los caminos conducen a Roma, todas las carreteras debieran formar parte de la red de infraestructuras y comunicación. En la ambición de Pedro Sánchez estaba desde el sábado pasado moverse por las carreteras patrias sin límites: "El lunes cojo mi coche -dijo- para recorrer de nuevo todos los rincones de España y escuchar". Pero nadie consiguió verle al volante de su coche el pasado lunes, un lunes al sol para el dimitido secretario general del PSOE y ex-diputado socialista tras la renuncia a su escaño. Pedro Sánchez debió pensar que aplicándose el "carretera y manta" podía superar el fracaso, pero sólo consiguió aumentar el riesgo de accidente con sus declaraciones folloneras. Culpó de su caída a la banca, al Ibex, a Alierta y Telefónica. al diario El País o a Susana Díaz, con lo que no le van a llegar todas las carreteras del mundo para huir de ese modo tan infantil de agonizar. No es que quisiera pactar con el populismo radical y extremo podemita ni con el independentismo inconstitucional, que eso es lo de menos. Es que una extraña confluencia de poderes -piensa Sánchez- entre los que en contra de lo habitual no incluyó a la Iglesia, conspiraron para evitar que fuera presidente del Gobierno habiendo perdido dos veces las elecciones hasta quedar a una distancia de 52 escaños de Rajoy y a pocos metros del adelanto de Podemos.

Pero hay que entender a Sánchez para comprender ese intento de recuperar la carretera al volante de su coche leré. Lo que quiere Sánchez, aunque no le hayamos visto el lunes en los atascos, semáforos o arcenes de España, es volver a sentir el olor a gasolina, el vértigo de la velocidad y la vocación trotamundos de las campañas electorales. Lo que quiere es una segunda oportunidad tras dilapidar la gran ocasión de su vida. Lo que quiere es perderse en la lejanía de las curvas y los cambios de rasante para no afrontar la humillación a la que le ha sometido su partido. Lo que quiere es encontrar su alma viajera y rockera, entregada por ambición de poder a la tentación de un gobierno Frankenstein incompatible con la Constitución. Lo que quiere es pisar a fondo para escapar de los sueños donde encontró su pesadilla. Lo que quiere es limpiar las cunetas de la carretera donde fue dejando sus estorbos. Lo que quiere es un sitio en el área de descanso, una carretera sin radares y un destino al que llegar.

Bien mirado, Pedro Sánchez y su coche veloz se estrellaron antes de salir a la carretera. Pinchó en el tramo del bloqueo, derrapó y arrastró en el accidente al PSOE. Puede que ahora busque un hueco en la parrilla de salida, pero este lunes nadie le vio al volante de su coche, como dijo, rumbo a todos los rincones de España. Se observa algo, sí, pero es Rajoy al mando de un utilitario en el que pasear a su nuevo Gobierno.

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