Opinión

Otra lectura de las primarias

EL MOVIMIENTO de Rajoy tras la victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE ha sido claro: el Gobierno del PP sigue ahí para mantener la unidad del territorial y evitar el desafío separatista catalán con ayuda o sin ayuda socialista. Rajoy no quiere adelanto electoral, confía en sacar adelante los presupuestos y no da credibilidad a la moción de censura de Podemos ni a una futura moción del PSOE. En consecuencia, es evidente que el regreso de Sánchez no va a condicionar los fundamentos del marianismo, como ya ocurriera con el bloqueo institucional entre las elecciones de 2015 y 2016. Entonces Rajoy jugó sus cartas, y a día de hoy sigue siendo presidente del Gobierno.

La estrategia podemita de presión al PP, fundamentada como el sanchismo en el "echar a Rajoy", mete más presión al nuevo PSOE de Sánchez que al propio líder popular. La tarea de Pedro Sánchez es tripe: por un lado debe pacificar el PSOE y neutralizar la corriente crítica del susanismo, por otro debe hacer oposición dura al PP, y finalmente ha de convencer de que el liderazgo de la izquierda lo ejerce él mismo y no Pablo Iglesias. Esa descarnada batalla por convertirse en la alternancia del PP no hace otra cosa que beneficiar al Partido Popular, porque por mucho que la izquierda juegue la baza de la corrupción, se ha visto en sucesivas elecciones que eso está descontado ya en el voto de los españoles. También está descontado en el voto de los españoles andaluces, pues Susana Díaz también ganó las autonómicas pese a los ERE y los cursos de formación. Con todo, Susana queda muy tocada en su guerra fratricida con Sánchez, hasta el punto de poner en peligro la mayoría socialista de cara a unas elecciones a la presidencia de la Junta. La otra reválida es para Sánchez, porque lo que se votó el pasado domingo eran unas primarias y no unas elecciones generales. Es decir, votaron los militantes del PSOE y lo hicieron contra el PP en la persona de Sánchez. Pero en unos comicios generales Pedro se enfrenta al reto de mejorar los 85 diputados en los que él mismo ha dejado al socialismo español frente a los 71 de Podemos.

Por tanto, se ha visto con nitidez: el PP ofrece su garantía de estabilidad frente a la remontada incierta del PSOE de Sánchez que, inequívocamente, tiene en contra no sólo a Mariano Rajoy sino también a Pablo Iglesias. El complicado panorama de cuatripartidismo español, que sigue siendo un bipartidismo ideológico, pone muy difícil el crecimiento electoral socialista. Sin embargo, como ocurrió entre las elecciones de noviembre de 2015 y junio de 2016, la situación española puede volver a derivar en un aumento del apoyo del PP. La buena marcha de la económica, la creación de empleo y la gestión contra el desafío separatista reportan más votos que las acusaciones de corrupción, porque al fin y al cabo se está viendo que los chorizos van a la cárcel, incluidos los que son del PP. Sánchez ha ganado las primarias. El socialismo mayoritario lo celebra. Pero no eran unas elecciones generales, y el Gobierno del PP tiene que seguir gestionando España.

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