Un Sánchez "frívolo, de risa floja e insultón" prefirió atacar al PP de Feijóo y a Vox en vez de explicar la cesión de la amnistía y sus millonarias prebendas económicas por un puñado de votos. Un Sánchez provocador, superficial y poco riguroso vendió su alma al diablo secesionista por la delirante investidura y por lo poco que le quedaba a España tras cinco años de populismo: la decencia y el respeto moral a las reglas del juego y a la Constitución. Un Sánchez instalado en la generalización de la ofensa acusatoria de lo ‘ultra y reaccionario’ pacta, sin embargo, con lo más ultra y reaccionario de Junts, ERC y Bildu. Un Sánchez monologuista de chistes hechos, falso arquitecto del verdadero ‘muro de la democracia’ que representan la separación de poderes, el estado de derecho y la igualdad entre españoles, tejió su investidura con la madeja de la confrontación, la demagogia y la hipocresía para no tener que profundizar en la amnistía. Un Sánchez acusado de ‘corrupción política’ que ha eliminado el delito de sedición y rebajado la malversación, que es corrupción, fue investido por el separatismo golpista formado por políticos obscenos ya condenados y prófugos huidos de la Justicia en el maletero de un coche. Un Sánchez arlequín, gesticulante, de muecas y posados estridentes, borra los delitos de sus socios de un plumazo bajo amenaza de perseguir a los jueces si no aplican el catálogo a la carta con lawfare explícita en el pacto PSOE-Junts. Eso es lo que a juicio de la España mayoritaria supone la llamada Ley Orgánica de amnistía para la (supuesta) normalización institucional, política y social en Cataluña. Una pomposa forma de ‘comprar el poder’ y ceder al chantaje para justificar 23 folios de relato y motivaciones fabuladas ajenas a la realidad histórica, judicial, social y política de la democracia española.

Sánchez ha resucitado el independentismo durante su gobernanza por decreto y colonización de las instituciones (Tribunales Constitucional y de Cuentas, Correos, Consejo de Estado, CIS, Fiscalía del Estado, etc) creando un entramado de poder que perpetúa su blindaje mediante la imposición del Ejecutivo y una mayoría legislativa al poder Judicial. Por un puñado de votos, Sánchez ha puesto patas arriba el sistema español, ninguneando a la mitad de los españoles, generando desigualdad entre ciudadanos de primera y de segunda, distinguiendo entre políticos y resto de los mortales o entre Cataluña y Euskadi y las demás autonomías. Esa es la miseria moral y real que predica una amnistía a la carta hecha por el poder gobernante para amnistiarse a sí mismo y seguir en el poder. Y eso presagia una legislatura infernal no solo para Sánchez y su nuevo ‘Frankensmont’, sino para un Estado que se expone a la inestabilidad y el chantaje permanente in vigilando amenazante de los socios del ‘Sánchestein’. Porque el separatismo actúa como un agente demoniaco sobre la democracia bajo promesa de volver a repetir su desafío ilegal, sin arrepentimiento ni petición de perdón, y eliminando de su ficha policial todos los actos delictivos por los que fue condenado por el Supremo hasta llegar a un impensable y poco decoroso pacto de investidura con un prófugo que la propia ley de amnistía prohíbe perseguir. Sánchez no solo pacta con los separatistas por un puñado de votos y el pago de millones de euros, sino que tiene muchas posibilidades de completar la trilogía de Sergio Leone siendo el malo entre el bueno y el feo y protagonizando al final de su escapada el memorable western ‘Hasta que llegó su hora’. Y su hora llegará tarde o temprano a manos de los cómplices de la llamada ‘traición al Estado’, ante la oposición, los ciudadanos, la judicatura y otros estamentos del sistema, que no se van a quedar callados ni quietos. Ese infierno ya no se puede sortear con música de arpa y piano, propaganda tertuliana de opinión, engaño masivo internacional y eufemismos de mentiras con los que fabricar forzadas interpretaciones semiconstitucionales. Ahora no valdrá el próximo CIS con el que Tezanos ya cocina una recuperación socialista, ni tampoco queda el comodín de desenterrar de nuevo a Franco, ni vale etiquetar de ‘ultras y reaccionarios’ a millones de españoles que protestan la última cacicada autocrática. Por un puñado de votos no merece la pena desafiar 40 años de progreso, romper la armonía democrática fingiendo que los CDR y Tsunami Democrátic ejercieron una ejemplar libertad de expresión que en realidad fue ‘terrorismo callejero’ inspirado por los socios políticos del Fránkensmont de nuevo cuño. Por un puñado de votos ha sido investido Pedro Sánchez, lo cual es legal a efectos de suma parlamentaria, pero amoral a efectos de la debida calidad democrática. Sánchez no es un héroe como Clint Eastwood ni está solo ante el peligro como Gary Cooper. Sánchez ha asumido para siempre su papel de malo en esta película de investidura con la que una España dividida y enfrentada queda prisionera de la tiranía y la impunidad políticas. Sánchez no saldrá inmaculado de esta triste encrucijada en la que ha metido a su país: mercadear con su investidura por un puñado de votos.
El juez juzgado
Quien un día fue juez antes que ministro del Interior logró por unanimidad la reprobación social y política. Ministro con el PSOE, vocal del CGPJ con el PP, Grande-Marlaska fue acusado de ‘purgas’ para acallar las críticas de la Benemérita a la amnistía. La propia judicatura que un día integró como magistrado, le ha enmendado la plana con el cese de Pérez de los Cobos, pues el Supremo declaró nula la purga del coronel de la Guardia Civil por orden de Marlaska por no plegarse a sus devaneos de parte con la investigación del 8-M. Pero Marlaska también fue reprobado por el Congreso dada su gestión pésima de la tragedia de Melilla en la que murieron más de 20 inmigrantes. Fue acusado de mentir al sacar el caso de territorio español, ‘por ocultar información y por dar datos falsos’. Todo un expediente de irregularidades que sentencian a un ministro por sus reiteradas imprecisiones y su excesivo celo en favor del Gobierno. Para la investidura de Sánchez ordenó una dotación de más de 1.600 efectivos con los que blindar el Congreso. Y en las concentraciones de Ferraz no ejerció la proporcionalidad represora contra la minoría radical porque las cargas llegaron a la mayoría pacífica.
La esperanza europea
Desde la jefatura de la diplomacia de la UE hay puestas ciertas esperanzas en el socialista Josep Borrell, muy beligerante contra el independentismo desde su condición de catalán. Borrell ha mostrado su preocupación pues la Ley de amnistía trata de hacer borrón y cuenta nueva. Por todos es recordada su memorable intervención junto a Vargas Llosa en la histórica manifestación de Barcelona contra el llamado procés que parece haber olvidado. Ahora, ni el Gobierno ni el PP quieren cometer el mismo error que Rajoy durante el procés: descuidar la opinión pública internacional y no hacer pedagogía en Europa. Feijóo se ha reunido con los corresponsales extranjeros y cambia el reglamento del Senado para ralentizar la tramitación. Y el Gobierno se ha apresurado a mandar la Ley a Bruselas pensando que una anticipación suavizará el rechazo europeo. Lo cierto es que Borrell ha guardado un silencio sorprendente durante meses, pero ahora parece rebelarse contra lo que parece un retroceso a 2017, año en el que el rey llamó a restablecer el orden constitucional. Sin embargo, de la talla intelectual y política de Borrell se espera algo más que lo expresado.