Opinión

Sánchez y sus circunstancias

Pedro Sánchez asume responsabilidades, entiende el mensaje y entona a su manera el mea culpa. Adelanto electoral a julio para empantanar más a España y a los españoles en su desdichada huida hacia adelante. El presidente del Frankenstein ha comprendido que visitar la Casa Blanca al inicio de una campaña electoral, pisar la moqueta o montar en coche oficial y Falcon durante la presidencia europea no da votos. Tampoco los da pactar con amistades peligrosas, ya sean herederos políticos de Eta o golpistas condenados, indultados y asociados. Hasta las mismas urnas persiguió a Sánchez el grito humillante de "¡Que te vote Txapote!", al que respondió con su habitual ventilador de soberbia y desprecio. Sánchez necesitaba desviar la atención de su deshonrosa derrota electoral y del indeseable abandono que ejerció en la noche electoral sobre el partido que lo aupó al poder. Por eso se parapetó en la Moncloa con una convocatoria electoral que no resuelve su futuro ni clarifica la desventura del PSOE. 

El problema de Sánchez es que se ha convertido en un candidato sin credibilidad, con fama de mentiroso, de probada falta de escrúpulos y extremadamente egocéntrico. El problema de Sánchez no se soluciona con medidas drásticas ni presupuestos abultados de propaganda mediática. El problema de Sánchez es el efecto Feijóo, que se demuestra real y efectivo, con una forma de hacer política más próxima a la realidad, la moderación y la centralidad. Ya no cuela ante el electorado de izquierdas el escrache emocional y falso de Podemos, sus sumas, confluencias y extremismo comunista. Ya no cuelan el blanqueo de Bildu ni la rebaja de la malversación ni la supresión de la sedición. Ya no cuela una batería de anuncios electoralistas con los impuestos de las clases medias y los fondos europeos. Ya no cuela desenterrar a Franco o Primo de Rivera ni la cantinela de la extrema derecha cuando ha pactado con filoetarras y secesionistas condenados por el Supremo. Se ha cumplido el augurio más negro para Sánchez y sus palmeros, para los Bolaños y los socios de la polarización y la radicalidad. Ya no cuela la cocina falsaria del CIS, con ese militante socialista contribuyendo a la orientación partidista del voto desde una institución financiada con dinero público que no acierta una. 

Feijóo se ha convertido en la gran esperanza de una mayoría desencantada y decepcionada con el poder gobernante. La pandemia política no se puede prolongar por más tiempo porque la estabilidad de España está en riesgo. Toca salvar los muebles de la democracia en la próxima cita con las urnas. Los españoles han hablado alto y claro a Sánchez, pero ya se sabe que no hay más sordo que el que no quiere oír. Lo de Sánchez no es audacia, sino pura supervivencia tras la derrota del 28-M. Si es candidato, Sánchez venderá cara su derrota y hará cualquier cosa, cualquiera, para seducir a un electorado que desconfía de él. No se da cuenta que el problema actual de la democracia española y del PSOE es su cartel electoral. El problema es Sánchez y sus circunstancias.

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