Opinión

La superliga política

Partido estelar televisado de nivel Champions. El tiki-taka de Rociíto derrotó al florentino debate madrileño
De izquierda a derecha, Pablo Iglesias, Rocío Monasterio, Mónica García, Isabel Díaz Ayuso, Ángel Gabilondo y Edmundo Bal. EUROPA PRESS
photo_camera De izquierda a derecha, Pablo Iglesias, Rocío Monasterio, Mónica García, Isabel Díaz Ayuso, Ángel Gabilondo y Edmundo Bal. EUROPA PRESS

Florentino se vio reelegido presidente del Real Madrid, con una deuda covid insalvable y sin un mísero euro para fichajes. De modo que se tiró de cabeza a la piscina de la Superliga europea en busca de solución a sus problemas económicos, porque hay que pagar las obras del Bernabéu y a los galácticos lesionados. Arrastró al Barça, que está aún más canino que el Madrid. A Laporta se le iluminó en sus ojitos el signo del euro-dólar como señal de brotes verdes. El mandamás de ACS pensó que valdrían técnicas de constructora para derribar la resistencia de la Uefa, la Fifa y los equipos alemanes, que se quedaron al margen de la operación caja como buenos germanos dominantes porque ellos nunca están en lo que no controlan.

Se lo dijo Pérez que con los grandes de España, Italia e Inglaterra bastaría para inclinar la balanza a su favor y doblar el pulso a federaciones, gobiernos y capos del fútbol. Pero como les ha pasado a Sánchez e Iglesias con la UE en su fracasado asalto al CGPJ, Florentino perdió el partido de ida por goleada, y es improbable que en la vuelta pueda invertir el resultado.

La Superliga es un invento monetario de ambición bursátil global que pretendía o pretende rentabilizar el negocio de los clubes en las competiciones europeas, controlado por directivos de la Uefa acostumbrados al lujo de la Champions y la sumisión federativa. Pero un cambio tan profundo en las competiciones y los derechos televisivos requiere de entendimiento entre todas las partes y lealtad institucional. Por eso la Superliga de fútbol parece abocada al fracaso, aunque como el independentismo, habrá nuevos intentos unilaterales sustentados en que la Uefa nos roba. En realidad, la verdadera Superliga que estamos viviendo y nos ocupa es la superliga de las elecciones de Madrid, porque la campaña es un órdago entre derechas e izquierdas por la supremacía política en la liga nacional española de indudable proyección europea. En términos electorales, vimos esta semana un debate de candidatos auténticamente planetario, paritario y estelar, en el que la mayor cuota femenina la puso el centro derecha y la bronca del todos contra Ayuso corrió a cargo de esa izquierda mutante que basa su programa en el bulo de la extrema derecha.

Hasta el 4 de mayo, que nos quitemos el sayo, hay partido de superliga en Madrid. Después la competición se prolongará hasta las próximas elecciones generales que Sánchez tiene en mente desde que junto a Inés del alma suya autorizara la traición de las mociones. No nos engañemos, la verdadera superliga no es futbolística, sino política. Y esa superliga se juega, como vimos en el debate madrileño, bordeando el reglamento de la educación y de la veracidad de los datos. Hay mucho juego sucio en la política española, y eso deteriora la democracia y perjudica a los ciudadanos. El error de Sánchez ha sido querer dar cabida en la superliga nacional a Isabel Díaz Ayuso generando una rivalidad innecesaria de pandemia con Madrid para satisfacer a sus socios radicales y separatistas. Y de igual modo, el fallo de Pablo Iglesias es fichar por la política autonómica cuando juegas en la élite del Gobierno nacional. A ambos se les han visto las intenciones, los nervios y los planes Frankenstein para Madrid, porque la superliga que PSOE, Podemos y sus socios de Bildu y ERC pretenden se ve amenazada por el reagrupamiento del voto de derechas en torno a la figura emergente de Díaz Ayuso.

En esto de la superliga política sucede lo mismo que en la superliga del fútbol. Al final son los aficionados, o sea, los electores, quienes determinan el resultado del partido. La afición de Inglaterra se echó a las calles igual que el electorado de Madrid echará el resto el 4-M. Las urnas, es decir, la democracia, decidirán la contienda que se juega a cara de perro en el campo del oso y el madroño. Y por ahora, en encuestas, debates y popularidad la estrella es Isabel Díaz Ayuso, salvo en el CIS de Tezanos, que retuerce la proyección de voto para favorecer la ilusión movilizadora y la suma improbable de la izquierda.

El candidato Gabilondo actúa como jugador de equipo, pero se le ve incómodo en el papel del sanchismo asociado al comunismo. En el debate estuvo más despistado que Paco Martínez Soria recién llegado a la ciudad. Iglesias ha fichado por la superliga madrileña para ensuciar el juego con sus tácticas de revolución fracasada y sus mentirijillas. Padece fatiga derrotista tanto de coleta como de credibilidad. Mónica García tiene el enemigo en Podemos, y se convierte en el blanqueamiento de una izquierda demasiado desgastada. Tan casta es Errejón como Iglesias y Gabilondo. Rocío Monasterio sabe jugar al ataque, pero conoce sus limitaciones a causa del cordón sanitario. Y Edmundo Bal tiene fundamentos, pero corre el riesgo de ser expulsado de la superliga dada su poco creíble dualidad. Por tanto, la verdadera superliga política se abre paso y tiene más posibilidades de triunfar que la de Florentino.

Europa, 1- Sanchiglesias, 0


El gobierno de coalición ha intentado sin éxito extender al Partido Popular el rapapolvo que le ha venido de Bruselas por querer asaltar el Poder Judicial con poca transparencia democrática. Sánchez y lo que queda de Iglesias en la coalición han tenido que retirar sus planes de renovación del CGPJ porque se arriesgaban al bloqueo del dinero de la reconstrucción y resiliencia de la UE con el que PSOE y Podemos quieren perpetuarse en el poder. La oposición exige que se cree una agencia independiente que reparta los fondos europeos contra el covid, privilegio que se reserva una Moncloa partidista y poco fiable por los precedentes de mentira y favoritismo. La factoría monclovita ha justificado su negativa a la agencia independiente porque dice que costaría 10 millones de euros, que es menos de un tercio del rescate de Plus Ultra con dinero público. Los 53 millones concedidos a la compañía afín al chavismo ya están siendo investigados por un juez. Traerá cola.

La doctrina Rociíto 


Resulta muy revelador que el debate madrileño televisado a nivel nacional obtuviera un discreto resultado de audiencia frente a la entrevista de Rocío Carrasco en una cadena que tiene alergia a la información. Rociito lideró la noche del miércoles con una cuota de pantalla superior al 32 por ciento y más de 4 millones de espectadores de media frente al debate y el partido del Madrid; que no era de superliga, pero siempre tira de la audiencia. Eso demuestra que los españoles viven en plenitud la democracia televisiva del mando, ya que la democracia política siempre está condicionada por los abusos de las ideologías partidistas tales como la pésima gestión covid, las trabas a la separación de poderes o el intento de control sobre la libertad de prensa. La doctrina Rociíto demuestra que el CIS solo acierta en la falta de consideración social a la política, que en el caso del Gobierno de los pobres llega a camuflar tanto la destrucción de miles de empleos en la banca multimillonaria como la subida de impuestos.

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